Tinta, de Fernando Trías de Bes

A veces, cuando menos lo esperas, llega a tus manos un libro que te cautiva y que no puedes dejar de leer hasta que llegas al final, hasta que lees la última frase que resume todo lo anterior: "Tinta por amor". En solo unas horas se puede leer Tinta de Fernando Trías de Bes pero su sabor permanece y, probablemente, su recuerdo sea difícil de borrar. Se trata de un emocionante homenaje a los libros y sucede a principios del siglo XX en la ciudad de Maguncia, a orillas del Rin, donde, en honor a Gutenberg, se celebra cada año, en la noche de San Juan, la Johannisfest, una fiesta que culmina con el bautismo simbólico de los impresores. Por la sencillez con la que está escrita esta novela corta y por la originalidad de sus personajes me recuerda en ocasiones a Baricco. El librero, el autor, el impresor, el corrector y el editor son personajes que viven buscando una razón, un motivo para explicar un suceso trágico que ha ocurrido en sus vidas del que no pueden huir y que se nos muestra a modo de flashback. Cada capítulo, como eslabones de una cadena, va relacionando a estos personajes que, desalentados, pensaban que los libros jamás podrían cambiar la vida de los hombres. Y en el primero y en el último de los capítulos del libro está ella, el personaje que cierra el círculo de una búsqueda que da sentido a la vida de sus protagonistas cuando se encuentran con Tinta, un libro de libros que contiene toda la magia de la palabra impresa.














Tinta
Fernando Trías de Bes
Seix Barral, Biblioteca Breve (2011)   

Instantes oníricos

Cuando entramos en el sueño, nuestra actividad fisiológica se ralentiza, disminuye nuestra capacidad de responder a estímulos externos y nuestro cerebro, bajo estados mentales inconscientes, comienza a configurar representaciones fantásticas a partir de retazos de lo cotidiano, El sueño es, por tanto, un modo de ampliar los límites de lo real. 
Inka Martí, hace una apuesta arriesgada mostrándonos el diario íntimo de sus sueños, su personal noctuario, y se muestra desnuda y bella. 
En este volumen editado por Atalanta se presenta una selección de sesenta y cinco sueños que, según comenta en el prólogo Jacobo Siruela, surgen del deseo de la autora por conectar con el mundo onírico. Y así, nada más despertar, sin abrir aún los ojos, se concentra para retener los detalles y las secuencias de los sueños y pesadillas que le han acompañado durante la noche. 
Es, por tanto, un testimonio veraz de sus sueños, una forma de mostrar una parte de su vida tan presente como el estado de vigilia y que cumple su función biológica como el comer o el amar. Así surgen imágenes improbables y sutiles como ver el microscópico plancton del que se alimenta un pez o salamandras en el agua con piel transparente a través de la cual ve palpitar su corazón. De hecho, la naturaleza está muy presente en sus sueños: paisajes abiertos, desbordantes e idílicos y parajes íntimos, inquietantes, claustrofóbicos donde vive una fauna variada, en ocasiones híbrida y monstruosa que con frecuencia es amenazante y, otras veces, le provoca una gran empatía. El miedo a la muerte, al encuentro con violadores, se contrapone a los momentos en los que predominan los estados de paz y sosiego. 
No se trata de un libro de poesía, ni tampoco son microrrelatos, aunque pudiesen parecerlo por su extensión; no se puede hablar de un libro de ficción porque no hay al menos esa intencionalidad literaria según se desprende del prólogo. Como en nuestros sueños cotidianos a veces no hay estructura, ni hay cambios de rumbo, ni desenlaces finales. Son microtextos descriptivos de instantes oníricos. La concisión es una característica predominante, igual que lo es el uso de un lenguaje sencillo y directo, sin artificios innecesarios pero que nos dejan un halo de inquietud ante lo que desconocemos.












Cuadernos de Noche
Inka Martí
Editorial Atalanta (2011)

La noche de Maupassant

Guy de Maupassant, como en otros cuentos, parte de una situación cotidiana, un paseo placentero por París. Pero a medida que el tiempo pasa y la noche avanza, lo que antes era belleza se va impregnando de presagios y sombras que cada vez son más pesadas. Una ciudad conocida y amada pasa a ser un lugar vacío, desconocido y temido. La noche es un relato turbador y bello. 
Nórdica presenta este cuento en una muy cuidada edición bilingüe y con unas ilustraciones muy vivas de Toño Benavides.










La noche
Guy de Maupassant
Traducción: Íñigo Jáuregui
Ilustraciones: Toño Benavides
Nórdica libros (2011)




La lectura de una imagen

A la mayoría de nosotros, nuestros padres o nuestros abuelos nos han hablado alguna vez de la guerra civil española, de la crueldad de las guerras, de cómo se rompen familias enteras y cómo castran la posibilidad de encontrar parcelas de felicidad. Fernando Penco Valenzuela sabe escuchar esas voces. De otro modo no podría haber llegado al corazón de las historias, a veces truculentas, que algunos personajes le han ido revelando. Y poco a poco, como si de un puzle se tratara va encontrando piezas que encajan y revelan una imagen o, en este caso, un modo diferente de ver una imagen: una obra de periodismo gráfico hecha arte y convertida luego en icono que supo captar con inteligencia e intuición Robert Capa. 
Pocas fotos han sido tan difundidas como la impactante instantánea conocida como "El soldado caído" o "Muerte de un miliciano". Con ella Capa supo mostrar la esencia de la crudeza de la guerra y le sirvió para su propósito propagandístico a nivel internacional. En este excelente trabajo de investigación minuciosamente documentado Penco Valenzuela, en colaboración con el fotógrafo Juan Obrero Larrea, muestra evidencias de que la instantánea fue tomada en un contexto geográfico diferente al que siempre se ha creído lo cual apoya las tesis que afirman que la fotografía no fue captada en plena acción bélica y en el campo de batalla sino en un lugar alejado en el que pudo escenificar la célebre imagen. 
En las 126 páginas de esta edición con la que se estrena la editorial cordobesa Paso de Cebra, el autor va desentrañando el enigma de la foto de Capa describiendo sus investigaciones, revelando conversaciones y relacionando hechos históricos que han sido claves para explicar el contexto social y político previo a la guerra civil española. Penco Valenzuela tiene una habilidad especial para saltar en el tiempo y mostrarnos que algunos paisajes, de los que hoy disfrutamos y por los que paseamos cotidianamente, tuvieron un pasado terrible. Y todo esto lo hace con un ritmo rápido, en ocasiones trepidante como si se tratase de un guión cinematográfico, con ambientes bien recreados y con una escritura cargada de claves literarias, con adjetivos bien elegidos y metáforas en las que se aprecia su manejo estilístico y nos recuerdan que, además de buen historiador, Fernando Penco Valenzuela es un gran escritor. 
La foto de Capa es un libro cargado de polémica por mostrar de forma abierta los entresijos de una investigación llena de obstáculos que han ido poniendo personas y entidades que intentaban impedir que viera la luz. Pero nada de esto debe empeñar la genialidad de Robert Capa que, de una manera u otra, con una fotografía cargada de fuerza, supo plasmar como nadie la tragedia de la soledad de la muerte de un soldado.











La foto de Capa
Fernando Penco Valenzuela

Editorial: Paso de Cebra (2011)

El significado del arte prehistórico

Entre las grandes aportaciones culturales que nos legó el hombre del Paleolítico Superior, el arte es sin duda una de las más importantes y su estudio nos permite acercarnos a su forma de pensar, a su modo de comprender el mundo. En este ensayo Raquel Lacalle Rodríguez analiza el sentido simbólico del arte paleolítico y su influjo en culturas posteriores, desvelando algunos de los pilares básicos sobre los que reposan temas inmutables de las principales religiones mundiales. 
La autora pretende reconstruir, a través del estudio del arte legado por las culturas prehistóricas, los rituales míticos y culturales y la transmisión de dichos mitos en escalas espaciales y temporales. Para ello utiliza un método comparado, estudiando primero cada mito en cada cultura de forma aislada y después los coteja para identificar los elementos comunes. Así va desgranando el sentido simbólico del arte prehistórico y lo relaciona con el surgimiento de mitologías. Las primeras religiones serían naturalistas, estarían relacionadas con el origen del conocimiento científico y tendrían un fundamento astral. A partir de ahí surgen mitos comunes, que luego formarán parte de cuentos y leyendas entre los cuales uno de los más importantes, por su influencia en las grandes religiones posteriores, es el viaje del héroe al inframundo. En este estudio se pone de relevancia la importancia en la transmisión cultural que explica la extraordinaria homogeneidad del arte paleolítico en toda su área de difusión en cuanto a convencionalismos, estilos y, especialmente, su temática (representación de animales, figuras femeninas, antropomorfos masculinos e ideomorfos). 
Cuando el libro que nos ocupa es el resultado de un laborioso estudio que conforma una tesis doctoral tenemos la garantía de la rigurosidad de su contenido al estar avalado por los especialistas que han evaluado dicha tesis. Pero además, aquí se agradece la pulcritud con que ha sido escrito y la sencillez con la que se explican los argumentos. Esta cuidada edición está además acompañada de clarificadoras ilustraciones y se cierra con una prolija bibliografía que nos sirve de guía para seguir indagando en este fascinante territorio de un tiempo perdido. Se echa en falta, no obstante, un índice temático que ayude en la búsqueda de términos y lugares. 
El hombre del paleolítico es biológicamente idéntico a nosotros, lo único que nos diferencia son los cambios culturales y el desarrollo tecnológico pero incluso, como podemos descubrir en estas páginas, muchos de los rituales que conservamos en nuestra sociedad actual tienen un origen ancestral que hemos mantenido casi imperturbable.









Los símbolos de la prehistoria: Mitos y creencias del Paleolítico Superior y del Megalitismo europeo 
Raquel Lacalle Rodríguez
Editorial Almuzara (2011)

El Perseguidor de Cortázar

Creo que todos los que escribimos, al menos los que ante todo somos buenos lectores, nos hemos preguntado alguna vez por qué escribir si ya hay tantas cosas tan bellamente escritas, tan perfectas que incluso la mayoría de los escritores, que tanto y tan bien publican, nunca podrán igualar. Pero hay que buscar respuestas para seguir escribiendo porque simplemente nos divierte, porque forma parte de la vida que nos hemos construido. Quizá sean sólo escusas porque no es en la escritura donde realmente te encuentras con la literatura sino en la lectura. Hace poco llegó a mis manos una cuidada edición magníficamente ilustrada de El perseguidor de Julio Cortázar donde se puede ver el talento para escribir una historia. En este relato Bruno es el narrador, un crítico de música que nos habla de los últimos días de Johnny Carter, un genial saxofonista; “un pobre diablo de inteligencia apenas mediocre, dotado como tanto músico, tanto ajedrecista y tanto poeta del don de crear cosas estupendas sin tener la menor conciencia (a lo sumo un orgullo de boxeador que se sabe fuere) de las dimensiones de su obra” 
El jazz es la forma que tiene Johnny de comunicarse con el mundo. “Nadie puede saber qué es lo que persigue Johnny, pero es así, está ahí, en Amorous, en la marihuana, en sus absurdos discursos sobre tanta cosa, en las recaídas, en el librito de Dylan Thomas, en todo lo pobre diablo que es Johnny y que lo agranda y lo convierte en un absurdo viviente, en un cazador sin brazos y sin piernas, en una liebre que corre tras un tigre que duerme”. 
Johnny es pasional, busca la libertad y vive su locura intensamente a través de su música («Es un saxo formidable, ayer me parecía que estaba haciendo el amor cuando tocaba») pero sus arrebatos, sus deseos, sus miserias y sus contradicciones hacen insoportable la vida a los que le rodean. Y mientras Johnny poco a poco se autodestruye Bruno, que acaba de publicar la biografía de su amigo, ve cómo su obra adquiere cada vez mayores dimensiones. 
Pero en cambio a Johnny se le escaparía lo que para nosotros es terriblemente hermoso, la ansiedad que busca salida en la improvisación llena de huidas en todas direcciones, de interrogación, de manoteo desesperado. Johnny no puede comprender (porque lo que para él es fracaso a nosotros nos parece el camino, por lo menos la señal de un camino) que Amorous va a quedar como uno de los momentos más grandes del Jazz.” 
Cortázar nos regala una narración fluida, con tensiones, escrita con libertad, con saltos temporales como una pieza de jazz interpretada con la genialidad del propio Johnny Carter.














El Perseguidor
Julio Cortázar
Ilustraciones: José Muñoz
Libros del Zorro Rojo ((2009)



Julio Cortázar, Cuento sin moraleja

Cuento sin moraleja
Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, eslóganes, membretes y falsas ocurrencias. 
    Por fin el hombre supo que había llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café. -Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el hombre-. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. -Traducí lo que dice- mandó el tiranuelo a su interprete. -Habla en argentino, Excelencia. -¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada? -Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras. 
    El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas circunstancias, y reprimiendo un temblor, mandó que arrestaran al hombre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos. -Es lástima- dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitará decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotas por primera vez y naturalmente, usted no podrá decirlas. -¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -pregunto el tiranuelo ya frente a otra taza de café. -Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hombre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de terror y de frío, los dientes se le entrechocaran y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá alguno de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso si lo articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán. 
    Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre, para comprarle sus últimas palabras. 
    Entretanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegándole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimbanquis. Metiéndolo en un coche celular, lo llevaron a la fortaleza, y lo torturaron para que revelase cuáles hubieran podido ser las últimas palabras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés. 
    Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confusamente que todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pueden venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo. 
    Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas.
Julio Cortázar. Cuento sin moraleja.


Julio Cortázar, Cortísimo metraje

Cortísimo metraje.
Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del autostop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo como cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará unos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.
Julio Cortázar, Cortísimo metraje (Último Round).
Julio Cortázar

Fabulilla de Franz Kafka

Fabulilla 
—¡Ay! —decía el ratón—. El mundo se vuelve cada día más pequeño. Primero era tan ancho que yo tenía miedo, seguía adelante y me sentía feliz al ver en la lejanía, a derecha e izquierda, algunos muros, pero esos largos muros se precipitan tan velozmente los unos contra los otros, que ya estoy en el último cuarto, y allí, en el rincón, está la trampa hacia la cual voy.
—Sólo tienes que cambiar la dirección de tu marcha —dijo el gato, y se lo comió.
Franz Kafka. Fabulilla (Bestiario) 







Bestiario
Franz Kafka
Edición de Jordi Llovet
Anagrama (1990)

La abandonada, de Ramón Gómez de la Serna

Por esa mujer han pasado todos los hombres, y por eso cuando mira las estrellas los ve a todos. ¡Tantos como estrellas y todos desconocidos y lejanos!
Sin embargo, conserva cierta presencia de mujer bella y conserva sus senos, aunque la ha costado un gran trabajo salvarlos de los ladrones, que se los quieren llevar, que los quieren arrancar, unos senos gastados, como se desgasta hasta la piedra en que tocan y besan las beatas. 
Perdida, aburrida de que todos la conozcan y de conocerles a todos, abandonada y desesperada en la noche, sin poder poseer al nuevo, porque ya no habrá nuevo para ella, le ha dicho al farol de su esquina solitaria con una ternura y un deseo renacidos:
—¿Vienes?...

Ramón Gómez de la Serna. La abandonada. 

Piedad, de Manuel Moya

Piedad 
Todo ocurrió mientras el payaso, minuciosa, litúrgicamente, se ponía la horrible peluca azul-celeste. Así, ya digo, en un soplo. En lo que tarda una bala en atravesar la nuca de un hombre y estrellarse luego contra un espejo que, paff, se hace añicos. Acaso el último acto de piedad de un espejo para no ver morir a un payaso.
Manuel Moya. Piedad. (La sombra del caimán y otros relatos).









La sombra del caimán y otros relatos
Manuel Moya
Editorial Onuba (2006)

Italo Calvino. La leyenda de Carlomagno

El emperador Carlomagno se enamoró, siendo ya viejo, de una muchacha alemana. Los nobles de la corte estaban muy preocupados porque el soberano, poseído de ardor amoroso y olvidado de la dignidad real, descuidaba los asuntos del Imperio. Cuando la muchacha murió repentinamente, los dignatarios respiraron aliviados, pero por poco tiempo, porque el amor de Carlomagno no había muerto con ella. El Emperador, que había hecho llevar a su aposento el cadáver embalsamado, no quería separarse de él. El arzobispo Turpín, asustado de esta macabra pasión, sospechó un encantamiento y quiso examinar el cadáver. Escondido debajo de la lengua muerta encontró un anillo con una piedra preciosa. No bien el anillo estuvo en manos de Turpín, Carlomagno se apresuró a dar sepultura al cadáver y volcó su amor en la persona del arzobispo. Para escapar de la embarazosa situación, Turpín arrojó el anillo al lago de Constanza. Carlomagno se enamoró del lago Constanza y no quiso alejarse nunca más de sus orillas.
Italo Calvino. Texto sin título. Seis propuestas para el próximo milenio (1998)












Seis propuestas para el próximo milenio
Italo Calvino
Traducción: Aurora Bernárdez
Ediciones Siruela. Biblioteca Calvino (1998)

El error de Sherlock Holmes

Pierre Bayard reabre el caso de El perro de Baskerville con una crítica policial analizando todas las ambigüedades del texto de Arthur Conan Doyle para mostrar soluciones más claras. Según el autor, Holmes se equivocó al exponer explicaciones rebuscadas y no ver lo evidente; inventa un asesinato donde no hubo más que un accidente y, en cambio, deja pasar por alto el verdadero crimen. 
Bayard a lo largo de este sugerente volumen va presentado pruebas que aparecen de modo más o menos explícito en la obra de Conan Doyle. Pero de ello no fue consciente el propio Conan Doyle que estaba ofuscado por el odio que, en aquel momento, sentía hacia su personaje Sherlock Holmes del que llegó a decir: “Si no mato a Holmes, me matará él a mí”. 
Igual que el doctor Frankenstein que tras dar vida a su criatura ésta se convierte en autónoma e impredecible, Bayard pone en evidencia que en ocasiones los personajes literarios llevan una vida independiente a su creador. Esa era una tesis ya planteada por Harold Bloom para Hamlet, por ejemplo, y quizás también ocurra con otros muchos personajes de ficción. Ahora Bayard nos descubre que Conan Doyle, sin él saberlo, permite que Holmes deje libre al verdadero asesino de los Baskerville desmitificando así la imagen exitosa del famoso detective. 
Bayard dice: 
“Conviene pues tomar en serio, en mucha mayor medida de lo que lo han hecho hasta ahora los teóricos de la literatura, las relaciones que se establecen entre los escritores o los lectores con los personajes a quienes insuflan vida. Todo conduce a pensar que estos últimos, sacando fuerzas de los sentimientos apasionados que nos inspiran, son capaces a veces, escapando a todo control, de emanciparse y de tomar iniciativas, desplazándose entre los mundos o realizando actos imprevisibles en el interior de aquel que han elegido como morada.”
Pierre Bayard que nos tiene acostumbrados a propuestas sorprendentes, reflexiona sobre la relación del libro de ficción con el lector, sobre la propia naturaleza de la literatura y nos invita a ser lectores reflexivos y a no aceptar cualquier cosa que nos plantee el escritor. Pero de lo que en definitiva habla este ensayo es de la pasión por la literatura y del convencimiento de que el lector debe ser el dueño de su lectura y participar del libro que tiene en sus manos, interpretándolo a su manera y disfrutando con él. 











El caso del perro de Baskerville
Pierre Bayard
Traducción: Javier Albiñana
Editorial Anagrama, (2010). Colección: Argumentos

Benacquista y su máquina de triturar niñas

En este libro Tonino Benacquista nos demuestra su talento para el cuento negro, humorístico y moderno. Algunos de sus cuentos comienzan con una fuerza que a veces desconciertan y nos predisponen a la lectura de lo atípico. En otras ocasiones encontramos arranques originales en medio de diálogos sin nada que introduzca al relato después del título. 
El absurdo, la hipérbole, lo fantástico el esperpento pero también el azar y los rasgos psicológicos de los personajes seducidos casi siempre por obsesiones, se combinan en una cuidada prosa y tejen historias, a veces macabras, que mantienen el suspense y la tensión hasta un final que suele ser sorprendente e inquietante. 
Son quince cuentos los que componen este volumen y están escritos con un estilo directo y fresco. Su temática variada envuelta en un humor negro no nos deja indiferentes. 









La máquina de triturar niñas 
Tonino Benacquista 
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia 
Ediciones Lengua de Trapo (2001)

Microrrelato en Andalucía

David Lagmanovich recomendaba a sus lectores que no abandonen la lectura de los textos de minificción: “No sólo porque se trata de un género altamente característico de nuestro tiempo, sino también porque un microrrelato es como un niño: a veces nos divierte, a veces nos conmueve, a veces nos asombra con sus ocurrencias, pero siempre nos ofrece y le ofrecemos el don del amor”. 
Los microcuentos configuran un género literario muy actual y sorprende descubrir la cantidad de autores andaluces que, de forma ocasional o de modo más constante, han dedicado su creatividad a este género. Por primera vez Pedro M. Domene afronta el reto de indagar sobre este género en los escritores andaluces y recopilar una muestra de sus obras, una tarea nada sencilla que lleva a buen término gracias a su amplísima experiencia, con más de veinticinco años estudiando este género, y que nos aporta una perspectiva inmejorable. 
Aunque, como afirma Domene, este género siempre ha estado presente en nuestra literatura, hace sólo un par de décadas que el microrrelato adquiere esa mirada crítica y teórica que lo identifica como un género literario distinto, una nueva herramienta con la que los autores pueden dar salida a sus invenciones. 
El estudio incluye una selección de más de treinta autores con varios textos de cada uno de ellos (entre 3 y 6) y detalladas referencias de su obra completa, hasta el momento de la edición del libro, lo que nos sirve para poder seguir indagando en los autores que más nos hayan cautivado. Es un libro lleno de sorpresas del que se puede aprender mucho y, sin duda, una referencia obligada para cualquier análisis que se haga sobre este género en la narrativa de lengua hispana. Este es uno de esos libros que debería de estar en todas las bibliotecas de los institutos. 















Microrrelato en Andalucía

Pedro M. Domene
Colección Batarro narrativa (2009)

Microcuento de Samperio

Quizá porque el sueño me llevó a un lugar lejano. Quizá porque durante la noche tu cuerpo navegó con el mío en los pliegues calmos de la blancura. Quizá porque al despertar, la recámara fue la prolongación de la penumbra sepia del alba. Quizá porque al entreabrir mis párpados tu desnudez me llevó a la arena tibia. Quizá porque tu sonrisa en la frontera de la duérmela se hizo leona apacible mirándome. Quizá porque en esa aurora, entre muchas, la habitación sólo fue suya. Quizá porque solamente estabas allí.
Guillermo Samperio. Texto sin título. La cochinilla y otras ficciones breves (1999)

Territorios de Cortázar

Territorios fue publicado por primera vez en México en 1978. En este libro, de formato atípico y lleno de extraordinarias ilustraciones, Julio Cortázar nos da su visión particular del mundo del arte a través del comentario y análisis crítico de las obras y las vidas de diecisiete creadores por los que sentía una profunda admiración y a los que le unía su amistad. Territorios es un libro donde se mezclan los géneros del ensayo y el cuento y está repleto de curiosas anécdotas privadas escritas de forma magistral como no podía ser de otra forma tratándose de Cortázar. 
















Territorios 

Julio Cortázar
Siglo XXI de España Editores. (2009)


Un día de mayo para Goethe


Además de escribir grandes obras literarias Goethe escribió algunos ensayos científicos de gran originalidad. Le gustaba estudiar, por ejemplo, los procesos de cambios, de metamorfosis, que ocurren en plantas pero también en las nubes. Nórdica rescata este pequeño y curioso ensayo sobre nubes y meteorología que acompaña con magníficas ilustraciones de Fernando Vicente y del propio Goethe. 
A modo de diario el escritor alemán va describiendo, con una mirada atenta, los cambios que ve en el cielo a lo largo del día. Pero no nos dejemos engañar, aunque a Goethe le gustase mirar y estudiar las nubes, él es ante todo un gran poeta y, como apunta Harold Bloom, pocos escritores como él han sabido mostrar en su escritura un cielo tan despejado. El propio Goethe dejó escrito: 
“La moderación y un cielo despejado son Apolo y las Musas”.
Martes, 9 de mayo 
Cielo claro, aunque cubierto con leves bancos de nubes como vapores altos; el sol muy caliente, la atmósfera nublándose más y más.
A mediodía viento, atmósfera incoherentemente nublada, unas pocas gotas de lluvia, noche clara. 
J.W. Goethe 











El Juego de las nubes
J.W. Goethe
Traducción y epílogo: Isabel Hernández
Ilustraciones: Fernando Vicente y J.W. Goethe
Nórdica libros (2011)



Las alegrías primitivas de Remy de Gourmont

¿Qué quieres de mí, sombra de las Alegrías primitivas, y por qué vuelves a obsesionarme todos los años, a la misma hora, la última?
… ¡Perfume de resedas dispersas y de tilos, hechizo de aguileñas enlutadas, franjas de veigelas! ¡Frescor de los riachuelos claros bajo los alisos envidiosos, mentas en las que se ha agazapado la angelical rana de ojos mansos!
“Todo esto, dijo la Sombra, es para que también recuerdes el olor de las cicutas, las supremas cicutas cortadas en el verdor matinal; es para recordarte la cicuta y su olor excepcional y criminal”.
Remy de Gourmont, Las alegrías primitivasRelatos sombríos. Historias mágicas. El Nadir Ediciones (2009)













Relatos sombríos. Historias mágicas
Remy de Gourmont
Traducción: María Inglés
El Nadir Ediciones (2009)

Kafka, aforismos de Zürau

En la pequeña localidad de Zürau Kafka pasó ocho meses alejado de lo cotidiano. De ese periodo es esta colección de textos extraños donde, con un lenguaje algo parco, nos muestra, a veces de forma velada, sus pensamientos filosóficos, teológicos y éticos. Algunos son parábolas, otros son como imágenes de un instante y algunos, algo más narrativos, se acercan al microcuento. 
"Antes no comprendía por qué mi pregunta no recibía respuesta, hoy no comprendo cómo pude creer que podía preguntar. Pero si yo no creía, sólo preguntaba".
"Sería concebible que Alejandro Magno, a pesar de los triunfos bélicos de su juventud, a pesar del excelente ejército que adiestró, a pesar de las fuerzas para cambiar el mundo que bullían dentro de él, se hubiese quedado parado en el Helesponto y no lo hubiese atravesado; y no por miedo, no por indecisión, no por una debilidad de la voluntad, sino por la gravedad de la Tierra".












Aforismos de Zürau
Franz Kafka
Edición, prólogo y epílogo: Roberto Calasso
Traducción: Claudia Cabrera
Editorial Sexto Piso (2005)

Las buenas intenciones de Ángel Zapata

Hace tiempo que me habían hablado de este libro pero hasta ahora, que Páginas de Espuma lo ha reeditado, no lo había podido leer. Es un libro entrañable, brillante, escrito con precisión y con humor. 
Un hombre que descubre un chupetón en el hombro de su mujer, un ángel que se aparece a las doce, un niño al que le da miedo que se acabe el oxígeno de tanto respirar la gente, un padre que intenta dar una lección a su hijo, una pareja de novios instalada en la rutina de lo sencillo, un indeciso incapaz de enfrentarse al reto que supone pasear, un hombre borroso y confuso perdido en el más allá, un transeúnte con dificultades para conseguir un helado en un puesto de helados, un bombero bueno y enamorado que prende un fuego que no quema mientras llega volando lo improbable a su casa, un marinero defraudado por unas mollejas de pollo mal cocinadas, los naúfragos que siguen creyendo en los sueños, el inventor de una leche que canta villancicos, dos amantes en una noche de lluvia o alguien que siente que nunca termina nada. Estos son los personajes y las historias que protagonizan los cuentos de Ángel Zapata. 
Son catorce relatos escritos con extraordinario talento, donde no falta el toque poético y la inmersión en el surrealismo que caracteriza el personal estilo de Ángel Zapata –que también pudimos ver en La vida ausente (Páginas de Espuma, 2006)– y que, sin duda, nos hacen sonreír y disfrutar con su lectura. Aquí podemos encontrar una gran sensibilidad, un tratamiento de los personajes que, en su rebeldía, nos obligan a empatizar con ellos pero, sobre todo, encontramos textos que nos hacen reflexionar sobre el azar de nuestras vidas, nuestras relaciones con los demás y la forma de afrontar las adversidades. Son cuentos, en definitiva, cargados de sugerencias difíciles de olvidar. 
Ángel Zapata es un maestro del relato breve y un buen número de escritores actuales le deben mucho a sus enseñanzas. 














Las buenas intenciones y otros cuentos
Ángel Zapata
Páginas de Espuma (2011)

Tres versiones de Caperucita Roja

El cuento de Caperucita Roja que recuerdo de mi infancia es el que escribieron los hermanos Grimm, pero hay otra versión anterior, igualmente conocida, escrita por Perrault con un final más cruel y moralizante. En ambas Caperucita pierde la inocencia al enfrentarse al lobo. Además de éstas, hay otra versión que desconocía, la escrita en verso por Ludwig Tieck, que es más truculenta y malvada que la de Perrault donde aparece una Caperucoita no tan inocente que sabe esquivar el coqueteo de quien la pretende cortejar. Estas tres versiones las ha publicado Nórdica en un pequeño e impecable volumen bellamente ilustrado. 










Caperucita Roja 
Charles Perrault, Jacob Grimm, Wilhelm Grimm y Ludwig Tieck
Traducción: Luis Alberto de Cuenca e Isabel Hernández
Ilustraciones: Agustín Comotto, Marta Gómez-Pintado, Ana Juan, Alicia Martínez, Verónica Moretta, Elena Odriozola, Luis Scafati, Noemí Villamuza y Javier Zabala.
Nórdica libros (2011)

Crímenes ejemplares, de Max Aub

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Max AubCrímenes ejemplares, Calambur Narrativa (2011)












Crímenes ejemplares
Max Aub
Prólogo: Eduardo Haro Tecglen
Epílogo: Fernando Valls
Calambur Narrativa (2011)

Teatro de Ceniza, de Manuel Moyano

Teatro de ceniza es un libro de microrrelatos para leer despacio. Su lectura se disfruta cuando es demorada y minuciosa. Ya conocíamos la pericia narrativa de Manuel Moyano en obras tan presentes como El amigo de Kafka (Pre-Textos, 2001). En este libro, compuesto por cien cuentos, el autor, con un estilo limpio y depurado, nos muestra su respeto por la palabra, con esa economía verbal que pretende todo buen microcuentista, eligiendo sólo aquellos términos que dotan al texto de mayor sentido, donde incluso cada título cumple la función, a veces determinante, de orientarnos y ayudarnos a salvar un posible desconcierto o ambigüedad en la interpretación. Son microcuentos de mundos inventados, en lugares y con personajes ficticios, míticos o reales pero vistos siempre desde un punto de vista insólito o poco acostumbrado; coincidencias temporales, sucesos anodinos que el tiempo hace que se tornen en trascendentes y, al final, el remate inteligente y oportuno donde no faltan la ironía y el humor. Esas son algunas de las herramientas de las que se sirve Manuel Moyano para poner sobre la mesa ciertas evidencias y contradicciones de nuestra sociedad o, simplemente, para hacer un loable ejercicio de imaginación y originalidad. 
Es un libro de cuidada edición, con una sencilla y atractiva portada, cuya lectura nos produce un inmediato placer desde la primera de las historias. Kafka, Italo Calvino o Borges son algunos de los grandes maestros que evocan ciertos cuentos.













Teatro de ceniza 
Manuel Moyano
Prólogo: Luis Alberto de Cuenca
Menoscuarto Ediciones (2011)

El gesto de la muerte de Jean Cocteau

El gesto de la muerte
Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.
Jean Cocteau, El gesto de la muerte 










Retrato de Jean Cocteau, 
A. Modigliani (1916)

Bestiario y fuga, de Gabriel Sofer

No son muchos los relatos en los que unido a una prosa elegante podemos encontrar un breve tratado de filosofía. Con Bestiario y fuga, de Gabriel Sofer, regresamos al mundo de la fábula donde los narradores son animales cotidianos y, el paisaje por el que se mueven, las calles de Brooklyn. Aquí el hombre es sólo un elemento más en este laberinto de edificios y calles. 
A lo largo de sus páginas encontramos, como eje principal, discusiones que a veces llegan a ser acaloradas entre dos irreconciliables amigos: un cuervo vividor, epicureísta y un viejo y estoico palomo. Y alrededor de estos diálogos un nutrido número de animales que conforman la fauna urbana nos aportan su particular visión de la vida: una araña utópica que quiere dejar de vivir en soledad luchando inútilmente contra su propia naturaleza; una cucaracha que vive sin desesperanza una vida escondida sabiendo que algún día sólo quedarán las de su especie y el tiempo, por tanto, les pertenece; el perro que quiere ser lobo; el caracol lento y desafortunado; el mosquito que aprovecha las debilidades de un perro; las guerras justificadas entre termitas y hormigas; el gato cruel que cree entender la vida siguiendo sólo las pautas de sus pasiones… 
La narración, no exenta de pasajes bellamente poéticos, se va hilando temporalmente con las estaciones que se suceden y en historias breves que se van concatenando. Acompañan al texto 16 magníficas ilustraciones de Lina Vila que logran transmitir una atmósfera muy acorde al texto e invitan a seguir leyendo las páginas de este libro. Nuevamente El Olivo Azul nos presenta un libro cuidado y de gran calidad.













Bestiario y fuga
Gabriel Sofer
Ilustraciones: Lina Vila
Editorial: El Olivo Azul (2010)

El Verdugo de Koestler

El Verdugo
Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
Arthur Koestler. El Verdugo.

La naturaleza de un crimen

Escribir una novela o un relato a dos plumas no debe ser fácil y los resultados nunca han superado en genialidad a la obra en solitario de los autores individuales que se embarcan en esta incierta aventura. Quizás sea porque, en el fondo, ellos mismos saben guardar sus mejores recursos para su obra personal. Eso pasa, por ejemplo, con Borges y Bioy Casares a pesar de su complicidad y de pasárselo bien escribiendo juntos. La naturaleza de un crimen fue publicada por Joseph Conrad y Ford Madox Ford en 1909 y, por lo que se desprende de los prefacios de ambos autores, esta novela corta y la experiencia de escribir la obra conjuntamente, no les traen buenos recuerdos. Conrad parece haberse olvidado de todo lo referente al modo en que fue escrita y Madox Ford tampoco se muestra muy entusiasta. Pero al margen de esto, La naturaleza de un crimen es un libro ameno recomendable por la maestría con la que está escrito y, en esto, parte del mérito se debe también a la labor de su traductor Pablo Sauras, que ha sabido trasladar a nuestro idioma la pulcritud de su prosa.
Se trata de una carta escrita por un hombre, con gran reputación en sus negocios, sin escrúpulos y perdidamente enamorado de una mujer de la que apenas sabemos nada. Entre las líneas de esta larga misiva pretende hacer una especie de confesión sacando a la luz la oposición radical entre lo que aparenta ser socialmente y lo que es en realidad. Con altas dosis de ironía y de cinismo justifica algunas de sus acciones sin sobresaltos porque las decisiones que ha tomado se han basado en unas convicciones éticas y unos principios sólidos. 
“Te preguntarás cómo soy capaz de este acto último de crueldad: lo más cruel, sí, que se le puede hacer a otra persona. Te voy a decir por qué: odio a todos los Edward Burden de este mundo, y los odio porque, siendo como son los eternamente pudientes de este mundo, han fijado las estúpidas reglas de juego. Y de ahí que suframos tú y yo, los eternos desheredados”.
La Editorial El olivo azul publica por primera vez esta novela en español; una apuesta muy acertada como otras muchas de esta editorial que rescata, en libros de cuidado formato, obras de enorme interés y poco conocidas. 












La naturaleza de un crimen
Joseph Conrad & Ford Madox Ford
Prólogo: Jordi Doce
Traducción: Pablo Sauras
Editorial: El Olivo azul (2010)

Mary Shelley, sin Frankenstein

Siempre me ha seducido la historia de Frankenstein (1818). Tanto la lectura de la novela como las versiones que se han hecho para el cine, las buenas y las malas, siempre han ejercido en mí una poderosa fascinación. Y eso a pesar de las incoherencias de la historia que nos cuenta Mary Shelly. Pero Mary Shelly, sin Frankenstein, nos sigue cautivando con sus cuentos. Quizás no tenga la imaginación ni la capacidad de crear atmósferas de Poe o la destreza de su amigo Byron, pero Mary Shelly nos conduce a un universo gótico particular y lleno de magia. 
Este volumen lo componen tres cuentos donde se mezcla la belleza y la sutilidad con lo terrible y lo desconcertante. Los dos primeros nos recuerdan inevitablemente al Fausto de Goethe (o de otros autores que lo precedieron). El primero de los cuentos, Trasnsformación, es la historia de Guido, un joven arrogante que despilfarra su fortuna y, con el dinero, pierde también sus amistades. Solo en la playa, en un anochecer tormentoso, observa cómo de un velero, incapaz de sortear las roca de la costa, sólo quedan fragmentos de un naufragio. El único superviviente es un ser deforme y de aspecto horrible, pero con poderes sobrenaturales, que permanece sentado sobre un cofre repleto de riquezas. Tras una conversación, Guido acepta la propuesta del enano: intercambiar sus cuerpos durante tres cortos días, después de los cuales Guido se quedará con aquella fortuna. Pero todo es una trampa y, en ese cuerpo feo, Guido se hace mejor persona cuando trata de vengar aquel engaño. Hay, por tanto, dos transformaciones, la física, con el intercambio de los cuerpos, y la psicológica, cuando Guido aprende a conocerse desde otra perspectiva distinta a su propio cuerpo. 
El segundo cuento, El inmortal, mortal, es mi preferido, quizás porque me recuerda a Borges y también por el final algo abierto con el que concluye. La historia la cuenta un hombre de trescientos veintitrés años en cuya juventud fue ayudante de Cornelius Agrippa, un alquimista que en secreto prepara un elixir de la vida. El protagonista lo bebe por error, creyendo ser un filtro de amor y, desde ese momento, al principio sin ser consciente de ello, se enfrenta a la inmortalidad en un mundo de mortales. De este modo ve cómo todo lo que ama se consume en las llamas del tiempo. Entonces sólo desea morir. 
El último de los cuentos, Mal de ojo, es un cuento de venganzas recíprocas que nos muestra cómo el azar puede cambiar nuestras vidas. La historia de desarrolla en el Peloponeso, donde la esposa de Dmitri es asesinada y su hija Zella secuestrada por unos guerreros. Dmitri se vuelve un personaje oscuro que quiere venganza y se hace amigo de Ziani quien le salva la vida. La casualidad hace que Ziani, años más tarde, por motivo de una herencia, secuestre a un niño. El padre del niño y su abuelo inician su búsqueda y cuando ven al niño junto a Dmitri descubren que la madre del pequeño era Zella, que fue secuestrada por quien decía ser su abuelo. 
Lo sobrenatural en los dos primeros cuentos y el azar en el último nos muestran la inseguridad del ser humano al enfrentarse a las incertidumbres de la vida igual que le ocurriera a Victor Frankenstein incapaz de controlar su propia creación. Mary Shelly, con estos cuentos, consigue trasladarnos a ese universo gótico que tanto ha influido en la literatura y en cine y que tanto hemos disfrutado.













Transformación y otros cuentos
Mary Shelley
Traducción e introducción: Marian Womack
Editorial: Páginas de Espuma (2010)

Oscar Wilde y su ilustre cohete

Este sencillo cuento de Oscar Wilde, que se publicó originalmente dentro del volumen “El príncipe feliz y otros cuentos”, es una fábula escrita para niños, cuyos protagonistas son cohetes, petardos, bengalas y otros artefactos pirotécnicos, en la que no falta la ironía a la que nos tiene acostumbrado el autor. Oscar Wilde nos enseña, con palabras sencillas y prosa directa, que la vanidad puede hacer infelices a quienes la padecen y también a los que están a su alrededor. Además del ilustre cohete, parecen otros personajes como un rey que toca mal la flauta pero al que todos aplauden y cuya generosidad consiste en doblar la paga para gratificar la elocuencia de un paje que nunca ha cobrado nada. O una Girándula que sentencia que el amor ha muerto, que lo han matado los poetas por escribir tanto sobre él y hacerlo así poco creíble. 
El cohete vanidoso es el protagonista del cuento y espera el momento en que será lanzado durante la boda de los príncipes para deslumbrar al mundo entero. El cohete dice ser amigo del príncipe a pesar de no haberlo conocido “conocer a los amigos es una cosa muy peligrosa”. 
–Yo no he dicho que lo conociera. Incluso me atrevería a decir que si lo conociera no sería su amigo en absoluto. 
 Su vanidad no decae ni en los peores momentos, cuando se encuentra con una rana y con una libélula en medio de un lodazal. 
–Yo no voy a dejar de hablar sólo porque ella no preste atención. Me gusta escucharme. Es uno de mis mayores placeres. Suelo tener largas conversaciones conmigo mismo, y a veces soy tan listo que no entiendo una sola palabra de lo que digo. 
Wilde es un gran conocedor del comportamiento social y hace una crítica brillante de algunas de estas conductas ostentosas y pedantes tan frecuentes en nuestra sociedad. A diferencia del Hamlet, el personaje de Shakespeare que aprende al escucharse, el cohete de Wilde esta sordo incluso a sus propias palabras.












El ilustre cohete 

Oscar Wilde
Ilustraciones: Miguel Ángel Martín
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Editorial: Rey Lear (2008)

Ana María Matute. El niño al que se le murió el amigo

El niño al que se le murió el amigo
Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió. 
-Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión, la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.
Ana María Matute. El niño al que se le murió el amigo, Los niños tontos, 1956.












Los niños tontos
Ana María Matute

Ilustraciones: Javier Olivares
Media Vaca, 2000

Julio Cortázar, Continuidad de los parques

Continuidad de los parques 
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
Julio Cortázar. Continuidad de los parques, Final del Juego, 1964.



Baricco, Emaús

Hace poco tiempo, gracias a las redes sociales me reencontré con un amigo de la adolescencia, un amigo del colegio con el que compartí momentos que seguro forjaron, en parte, mi forma de ser y de ver el mundo. Ese grato reencuentro a través de mensajes de correo y las ganas de seguir compartiendo nuestras afinidades, me hizo retrotraerme a un pasado que tenía algo olvidado. Baricco hace ese mismo ejercicio pero de modo magistral en Emaús, donde cuenta la vida de un grupo de amigos adolescentes, inseparables que, en realidad, apenas se conocen, que creen saberlo todo pero el mundo les resulta extraño y desconocido, donde lo que imaginan poco tiene que ver con la realidad. Es un retrato de ese periodo por el que todos hemos pasado, alejado de la felicidad pero que supone el inicio de la búsqueda de la sabiduría. 
He puesto sobre la mesa todos los libros que tengo de Baricco, en total doce, incluidos tres ensayos. Es un autor cuya forma de narrar me sedujo desde que leí Seda y Novecento. Pero Emaús no es el Baricco de Seda, ni tiene la magia de Océano mar; tampoco es el Baricco de los sueños entusiastas e imposibles de Tierras de Cristal y Esta historia. Aquí de nuevo arriesga como lo hizo al reescribir La Iliada en Homero, Iliada o en la fábula de venganzas de Sin sangre o en el mosaico de historias que componen City y, en ocasiones, por su carácter social y ético se acerca a los ensayos de Next o Los Bárbaros
Incluso aunque el tema de Emaús no me apasione, donde todo gira alrededor del deseo de unos jóvenes frenado por el deber moral que les impone la férrea educación católica de los años setenta italianos, el estilo inconfundible de Baricco, su potencia expresiva y la madurez de su prosa hacen que éste sea un libro muy recomendable que nos hará reflexionar sobre la influencia de nuestros amigos en nuestro pasado adolescente.











Emaús 
Alessandro Baricco 
Traducción: Xavier González Rovira
Editorial: Anagrama (2011).
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