Tiempo de vida, Marcos Giralt Torrente


Después de leer a Marcos Giralt Torrente en «Tiempo de vida» me da la sensación de tener un amigo al que conozco más que a la mayor parte de mis amigos. Conozco de él aspectos muy íntimos que le han torturado y otros que le han hecho sentirse bien. La enfermedad irrevocablemente mortal de su padre que, poco a poco, lo consume obliga al hijo-escritor-narrador a indagar en la relación que ambos han tenido. 
Es el relato personal, muy personal, de la relación universal entre un padre y un hijo. Es la memoria de la incomprensión de dos visiones del mundo. Es una confesión desnuda de un hijo cuya propia rebeldía le ayudó a madurar. Es, en definitiva como Giralt Torrente dice, una historia de dos, la historia de él, escritor que necesita de la palabra para explicarse, y la de su padre, el pintor que parece expresarse mejor con los silencios. 
No sé si será por compartir con el autor pasajes biográficos propios de nuestra generación, ­—con los mismos problemas, con similares pensamientos, con parecidas vivencias existenciales, con idénticas preguntas e iguales miedos— o por haber sufrido la experiencia de la lenta e irremediable enfermedad de mi padre (y, en mi caso, también de mi madre) pero lo cierto es que es un libro que me ha emocionado profundamente y que me ha invitado, como pocos, a una introspección de mi pasado que quizás siempre he intentado evitar para no sufrir más de lo necesario. Aquí se muestran retratados con honestidad tal y como son, con todas las contradicciones humanas, sentimientos enfrentados: resentimiento, amor, celos, admiración, dolor y alivio; resultando al final un gran homenaje a una persona a la que Giralt Torrente admira y ama. El padre vive ahora a través de él. Eso siente. Pero no es menos cierto que una parte importante del hijo también ha muerto con el padre. 
En la novela hay más personajes, a los que se refiere siempre con circunloquios, que han influido de modo determinante en su relación con su padre. En la trama se entrevé la estrecha complicidad con la madre, una mujer comprensiva, inteligente, vital y tolerante con la que sabe que siempre puede contar. Al concluir la novela, el autor necesariamente piensa en la relación que tendrá con su hijo, aún no nacido, cuando éste crezca. 
Vila-Matas califica la obra de “sorprendente e interesantísima ficción sin invención”. Es ficción porque hay una elección en el modo de narrar y en la selección de los episodios narrados de la vida pero representa sin pudor la realidad de una forma limpia. La novela está escrita con una prosa sencilla, directa, sin adornos, con pocos adjetivos y con una voz lacónica que hace que el lector se sienta más cerca del narrador. Un relato conmovedor, valiente, duro, emotivo pero no sentimentalista al que, sin duda, regresaré. 

















Tiempo de vida 
Marcos Giralt Torrente 
Anagrama, 2010

Libro de libros. Bartleby y compañía

Los bartlebys, para Enrique Vila-Matas, son los escritores que, en un momento determinado de su vida, deciden dejar de escribir. Es su forma de mostrar una profunda negación del mundo. Bartleby es el personaje de Melville, un apocado escribiente que, ante cualquier petición, responde diciendo: "Preferiría no hacerlo". 
En verano el calor te obliga a prolongar la vigilia y eso te permite un mayor tiempo para leer. Este mes he elegido como cicerone de mis lecturas a Vila-Matas a través de Bartleby y compañía. No ha sido una lectura lineal sino que he hecho paradas en algunos de los autores de los que habla, haciendo relecturas de las obras de Rulfo, Walser, Kafka, Lerin, Torga, Rimbaud, Borges, Monterroso, Salinger, Tabucchi, Saramago, Melville, Wilde, Maupassant, Joyce…, con descubrimientos como Felisberto Hernández o Julien Gracq y con deseos de que existiesen los imaginados Deraín, Malú, Moretti, Pineda o Maniere. Así, en un juego laberíntico que nos conduce de un autor a otro, sus 180 páginas se convierten en un amplio anaquel repleto de volúmenes bien elegidos que nunca son excesivos. 
Vila-Matas nos ayuda a reflexionar sobre las aspiraciones de escritores y lectores en el universo de la literatura. Tal vez, como el propio narrador, en la inmovilidad de la lectura encontremos la seguridad de esa protección que otorga la soledad en ciertos momentos buscados. Pero todos estos bartlebys, cuya particularidad es su decisión de omitirse, de pasar al plano de los anónimos, de borrar en definitiva lo más posible sus huellas, nos dan una lección de humildad en un mundo donde parece que lo único que importa es la fama y el reconocimiento y nos enseñan que la sabiduría puede estar en el silencio que, con mucha frecuencia, es más elocuente que las palabras. 
















Bartleby y compañía 
Enrique Vila-Matas
Anagrama, 2000