El Verdugo de Koestler

El Verdugo
Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él. Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición.
Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:
-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!
Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:
-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.
Arthur Koestler. El Verdugo.

La naturaleza de un crimen

Escribir una novela o un relato a dos plumas no debe ser fácil y los resultados nunca han superado en genialidad a la obra en solitario de los autores individuales que se embarcan en esta incierta aventura. Quizás sea porque, en el fondo, ellos mismos saben guardar sus mejores recursos para su obra personal. Eso pasa, por ejemplo, con Borges y Bioy Casares a pesar de su complicidad y de pasárselo bien escribiendo juntos. La naturaleza de un crimen fue publicada por Joseph Conrad y Ford Madox Ford en 1909 y, por lo que se desprende de los prefacios de ambos autores, esta novela corta y la experiencia de escribir la obra conjuntamente, no les traen buenos recuerdos. Conrad parece haberse olvidado de todo lo referente al modo en que fue escrita y Madox Ford tampoco se muestra muy entusiasta. Pero al margen de esto, La naturaleza de un crimen es un libro ameno recomendable por la maestría con la que está escrito y, en esto, parte del mérito se debe también a la labor de su traductor Pablo Sauras, que ha sabido trasladar a nuestro idioma la pulcritud de su prosa.
Se trata de una carta escrita por un hombre, con gran reputación en sus negocios, sin escrúpulos y perdidamente enamorado de una mujer de la que apenas sabemos nada. Entre las líneas de esta larga misiva pretende hacer una especie de confesión sacando a la luz la oposición radical entre lo que aparenta ser socialmente y lo que es en realidad. Con altas dosis de ironía y de cinismo justifica algunas de sus acciones sin sobresaltos porque las decisiones que ha tomado se han basado en unas convicciones éticas y unos principios sólidos. 
“Te preguntarás cómo soy capaz de este acto último de crueldad: lo más cruel, sí, que se le puede hacer a otra persona. Te voy a decir por qué: odio a todos los Edward Burden de este mundo, y los odio porque, siendo como son los eternamente pudientes de este mundo, han fijado las estúpidas reglas de juego. Y de ahí que suframos tú y yo, los eternos desheredados”.
La Editorial El olivo azul publica por primera vez esta novela en español; una apuesta muy acertada como otras muchas de esta editorial que rescata, en libros de cuidado formato, obras de enorme interés y poco conocidas. 












La naturaleza de un crimen
Joseph Conrad & Ford Madox Ford
Prólogo: Jordi Doce
Traducción: Pablo Sauras
Editorial: El Olivo azul (2010)

Mary Shelley, sin Frankenstein

Siempre me ha seducido la historia de Frankenstein (1818). Tanto la lectura de la novela como las versiones que se han hecho para el cine, las buenas y las malas, siempre han ejercido en mí una poderosa fascinación. Y eso a pesar de las incoherencias de la historia que nos cuenta Mary Shelly. Pero Mary Shelly, sin Frankenstein, nos sigue cautivando con sus cuentos. Quizás no tenga la imaginación ni la capacidad de crear atmósferas de Poe o la destreza de su amigo Byron, pero Mary Shelly nos conduce a un universo gótico particular y lleno de magia. 
Este volumen lo componen tres cuentos donde se mezcla la belleza y la sutilidad con lo terrible y lo desconcertante. Los dos primeros nos recuerdan inevitablemente al Fausto de Goethe (o de otros autores que lo precedieron). El primero de los cuentos, Trasnsformación, es la historia de Guido, un joven arrogante que despilfarra su fortuna y, con el dinero, pierde también sus amistades. Solo en la playa, en un anochecer tormentoso, observa cómo de un velero, incapaz de sortear las roca de la costa, sólo quedan fragmentos de un naufragio. El único superviviente es un ser deforme y de aspecto horrible, pero con poderes sobrenaturales, que permanece sentado sobre un cofre repleto de riquezas. Tras una conversación, Guido acepta la propuesta del enano: intercambiar sus cuerpos durante tres cortos días, después de los cuales Guido se quedará con aquella fortuna. Pero todo es una trampa y, en ese cuerpo feo, Guido se hace mejor persona cuando trata de vengar aquel engaño. Hay, por tanto, dos transformaciones, la física, con el intercambio de los cuerpos, y la psicológica, cuando Guido aprende a conocerse desde otra perspectiva distinta a su propio cuerpo. 
El segundo cuento, El inmortal, mortal, es mi preferido, quizás porque me recuerda a Borges y también por el final algo abierto con el que concluye. La historia la cuenta un hombre de trescientos veintitrés años en cuya juventud fue ayudante de Cornelius Agrippa, un alquimista que en secreto prepara un elixir de la vida. El protagonista lo bebe por error, creyendo ser un filtro de amor y, desde ese momento, al principio sin ser consciente de ello, se enfrenta a la inmortalidad en un mundo de mortales. De este modo ve cómo todo lo que ama se consume en las llamas del tiempo. Entonces sólo desea morir. 
El último de los cuentos, Mal de ojo, es un cuento de venganzas recíprocas que nos muestra cómo el azar puede cambiar nuestras vidas. La historia de desarrolla en el Peloponeso, donde la esposa de Dmitri es asesinada y su hija Zella secuestrada por unos guerreros. Dmitri se vuelve un personaje oscuro que quiere venganza y se hace amigo de Ziani quien le salva la vida. La casualidad hace que Ziani, años más tarde, por motivo de una herencia, secuestre a un niño. El padre del niño y su abuelo inician su búsqueda y cuando ven al niño junto a Dmitri descubren que la madre del pequeño era Zella, que fue secuestrada por quien decía ser su abuelo. 
Lo sobrenatural en los dos primeros cuentos y el azar en el último nos muestran la inseguridad del ser humano al enfrentarse a las incertidumbres de la vida igual que le ocurriera a Victor Frankenstein incapaz de controlar su propia creación. Mary Shelly, con estos cuentos, consigue trasladarnos a ese universo gótico que tanto ha influido en la literatura y en cine y que tanto hemos disfrutado.













Transformación y otros cuentos
Mary Shelley
Traducción e introducción: Marian Womack
Editorial: Páginas de Espuma (2010)

Oscar Wilde y su ilustre cohete

Este sencillo cuento de Oscar Wilde, que se publicó originalmente dentro del volumen “El príncipe feliz y otros cuentos”, es una fábula escrita para niños, cuyos protagonistas son cohetes, petardos, bengalas y otros artefactos pirotécnicos, en la que no falta la ironía a la que nos tiene acostumbrado el autor. Oscar Wilde nos enseña, con palabras sencillas y prosa directa, que la vanidad puede hacer infelices a quienes la padecen y también a los que están a su alrededor. Además del ilustre cohete, parecen otros personajes como un rey que toca mal la flauta pero al que todos aplauden y cuya generosidad consiste en doblar la paga para gratificar la elocuencia de un paje que nunca ha cobrado nada. O una Girándula que sentencia que el amor ha muerto, que lo han matado los poetas por escribir tanto sobre él y hacerlo así poco creíble. 
El cohete vanidoso es el protagonista del cuento y espera el momento en que será lanzado durante la boda de los príncipes para deslumbrar al mundo entero. El cohete dice ser amigo del príncipe a pesar de no haberlo conocido “conocer a los amigos es una cosa muy peligrosa”. 
–Yo no he dicho que lo conociera. Incluso me atrevería a decir que si lo conociera no sería su amigo en absoluto. 
 Su vanidad no decae ni en los peores momentos, cuando se encuentra con una rana y con una libélula en medio de un lodazal. 
–Yo no voy a dejar de hablar sólo porque ella no preste atención. Me gusta escucharme. Es uno de mis mayores placeres. Suelo tener largas conversaciones conmigo mismo, y a veces soy tan listo que no entiendo una sola palabra de lo que digo. 
Wilde es un gran conocedor del comportamiento social y hace una crítica brillante de algunas de estas conductas ostentosas y pedantes tan frecuentes en nuestra sociedad. A diferencia del Hamlet, el personaje de Shakespeare que aprende al escucharse, el cohete de Wilde esta sordo incluso a sus propias palabras.












El ilustre cohete 

Oscar Wilde
Ilustraciones: Miguel Ángel Martín
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Editorial: Rey Lear (2008)