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Diego Prado, Sopa de fauno.

Diego Prado (Mahón, 1970) tiene ya recorrido un amplio camino literario cargado de aciertos con varios libros de relatos, un par de novelas y numerosas participaciones en antologías de cuentos. Además, colabora en diferentes medios como crítico literario y organiza talleres relacionados con el mundo escrito. La editorial Adeshoras acaba de publicar su último libro de relatos: Sopa de fauno, en una cuidada edición que ha sido ilustrada por la cordobesa Lola Castillo.
Son diez piezas hiladas por la irrupción de elementos que cambian la percepción de la realidad de los personajes, la aparición en momentos inesperados de un extraño libro —y que da título a este volumen― y algún personaje obsesivo que transita por más de un cuento. Toman el protagonismo de estas páginas hombres y mujeres angustiados, desmembrados, neuróticos, cercanos a su propia destrucción mientras intentan dar algo de sentido a lo que sucede para liberarse de la pesadilla en la que se han sumergido. Lo más humano o, parafraseando a Barthes, la humanidad en lo que tiene de desgarrador, se une a lo menos humano como puede ser una planta, una lamia, una nevera o una máquina de cigarros que representan una carencia de afectos o la necesidad de creerse amados. La falta de empleo, los problemas familiares, el fracaso vital y la soledad son algunos de los temas que trata Diego Prado y que consigue cohesionar a través de la dualidad de la realidad y la ficción, el juego en el reflejo de los espejos o la contingencia como fundamento de la trama que mantiene la tensión hasta el final. En casi todos sus cuentos nos encontramos con dos lógicas narrativas que conviven simultáneamente: la que podría entrar dentro de una realidad cotidiana y la que pertenece a lo absurdo que desafía a toda lógica.
Son memorables cuentos como Planta de interior, con el que abre el libro, En el refugio o Cuentistas, por citar algunos. Prado nos deleita con relatos de corte clásico, con una estructura cerrada, con una sorpresa agazapada en sus últimos párrafos y en los que no falta el humor. En sus páginas se pueden escuchar ecos de grandes cuentistas y, a la vez, quedar deslumbrados ante determinados hallazgos y originales y lúcidas metáforas. Son historias que se alejan de lo convencional; lo que podría ser una anécdota toma el protagonismo hasta adquirir la mayor parte del peso de lo narrado. Pero, como ocurre en los grandes cuentos, hay otra historia que subyace, una historia no narrada que nos muestra el perfil psicológico de sus personajes, casi siempre abatidos, desilusionados, víctimas de una sociedad que no les presta cobijo.
Y acompañando a estos relatos de Diego Prado que tiene la virtud de desplegar todo su talento narrativo en unas pocas páginas, aparecen, como destellos, las ilustraciones de Lola Castillo que captan de forma perspicaz momentos clave de la narración.








Sopa de fauno
Diego Prado

Ilustradora: Lola Castillo
Editorial: Adeshoras (2017)

La vida no basta

La literatura, como todo arte, es la demostración de que la vida no basta. Eso pensaba Pessoa y es la idea que persigue al protagonista narrador de esta novela, un escritor en ciernes, que fabula para salir del tedio y reflexiona sobre el proceso creativo. La historia transcurre en un solo día en el que las vidas de distintos personajes se suceden y entrecruzan prácticamente sin salir de los pasillos de un hospital. Allí nos encontramos a Manaport, un escritor de éxito que sufre una grave enfermedad, a Sandrucas que ha perdido todo lo que amaba y quiere donar su cuerpo a la ciencia, a la doctora Castillejos que somatiza las enfermedades de sus pacientes, al párroco Ivo que en su ancianidad padece una crisis de fe, al ambicioso Fermín Cojosa que escucha a su conciencia y pergeña oscuros negocios gracias a un suero que borra los recuerdos, a Laura la enfermera de ojos casi verdes, a Begoña, una psicóloga a la que una paciente usurpa su papel o a Julián, entre otros —incluidos algunos fantasmas—, el camillero y amigo íntimo del narrador, al que le gusta el misterio y las intrigas, que protagoniza la trama central, aquella que lleva al narrador a explorar la frontera entre lo real y lo imaginario, a sumergirse en laberintos oscuros, a asomarse al abismo de lo fantástico que se abre a sus pies mientras escribe. Y precisamente ahí es donde surge el juego metaliterario que nos muestra el propio proceso de la escritura de la novela, como las manos de Escher que se dibujan a sí mismas. 
En las páginas de Hospital cínico, se nombran autores como Borges, Lovecraft, Conan Doyle, Kafka, Pessoa o Gastón Leroux, entre otros, pero Bolaño se convierte además en personaje o, al menos, alguien que se parece mucho a él. Diego Prado alterna con habilidad los diálogos desenfadados y nada forzados, con pasajes líricos muy trabajados —utilizando metáforas sorprendentes e ingeniosas— y con fragmentos cargados de humor fresco y en ocasiones surrealista. Con ironía fina va suturando las peripecias de los distintos personajes y disecciona con destreza sus diversas personalidades. Hay también suspense en sus páginas en las que el manejo de los tiempos nos puede recordar un guión cinematográfico o una pieza de teatro. En definitiva esta novela reúne todos los elementos necesarios para que podamos disfrutar de su lectura, Prado sabe muy bien que la literatura es ante todo un juego y él lo hace divertido, algo que cuando el escritor es capaz de traspasar a las páginas, los lectores siempre aprecian.












Hospital cínico
Diego Prado

Editorial Sloper, 2013

Domingos buscando el mar, de Diego Prado

Cuando leo “Domingos buscando el mar”, el relato que da título al volumen que recoge esta colección de trece cuentos, no puedo evitar acordarme de “La autopista del Sur”, de Julio Cortázar al tener un punto de partida similar y al surgir una historia de amor entre un caos de coches atascados. En ambos casos se trata de una metáfora de nuestra vida rutinaria; sin embargo, mientras Cortázar, entre otras cosas, nos muestra distintas formas de soledad y el comportamiento opresivo al que pueden llegar los seres humanos cuando se encuentran en situaciones límite, Diego Prado nos habla del deseo insatisfecho, de las metas inalcanzables y de la renuncia conformista con la que lo asume el personaje narrador. El desasosiego se produce al descubrir una verdad que no se quiere saber y lo único que hace mantener la ilusión viva es la esperanza, ese viaje a Ítaca de Cavafis que todos intentamos que no termine nunca. 
En un relato melancólico, como la ciudad de Lisboa donde trascurre, un solitario “letraherido”, tímido e indeciso conoce en persona a Pessoa y ese hecho casual influye tanto en su vida que dedica su tiempo al estudio del escritor. Sin embargo, le queda la duda de si acaso él, en su inadvertencia, pudo influir también en la obra del maestro. 
Las pesadillas y los sueños son los protagonistas de dos de los cuentos. En uno el narrador es un gran poeta que encuentra su estilo, su voz propia y es capaz de crear grandes poemas pero sólo mientras duerme; por eso lucha por rescatarlos del inevitable olvido, por atrapar, acaso un trozo de su efímera genialidad, en su vigilia. En otro relato el protagonista se ve asediado por pesadillas que, sólo en sueños, transforman su identidad, como si fuera Mr Hyde, y lo convierten en un frío y despiadado asesino. En una consecución de microrrelatos, el despertar nos depara sorpresas inesperadas propias de Kafka o de Monterroso. Y casi como un sueño es, para otro de los personajes, recibir un gran premio literario cuando ni siquiera escribe. 
Las destrezas sorprendentes de los protagonistas están presentes en varios relatos. A Casanova le basta con desear onanísticamente a una mujer para que ésta sienta el deseo imparable de amarle una sola noche. Pero es un hombre infeliz por no poder tener un amor duradero y ser terriblemente rechazado, una y otra vez, tras ese primer y fugaz encuentro. Un noctámbulo se gana la vida gracias a su especial habilidad como llenador, un extraño oficio que mantiene la clientela de los bares y, en silencio, entre copa y copa, ensaya su frustrada vocación de psicólogo. Un actor ve con sorpresa cómo el método Stanislavsky le ha llevado demasiado lejos y siente la necesidad de confesarlo todo. Las emociones afloran en el relato de un hombre que, como viene haciendo en los últimos años, sale un día de diciembre a buscar un regalo especial para su amada esposa; o en el de un dependiente de una sastrería que ve cómo el barrio, la gente, la vida va cambiando mientras el negocio, de forma agónica, quiere persistir inamovible. 
Hay también un espacio para historias de vampiros, con un arqueólogo que encuentra una lectura transformadora en las páginas de un viejo libro que descubren en una prospección; o para el náufrago por cuyo diario descubrimos una isla habitada por enigmas que nos conducen en el desconcierto a una inexorable respuesta. 
En estas páginas, cargadas de elementos fantásticos, habitadas por personajes que viven al margen de lo rutinario, se intuyen muchas lecturas de grandes maestros del cuento. El humor y la ironía están presentes en estos relatos cuyos finales nos sorprenden. En la sencillez de su lirismo se encuentra la maestría y el talento narrativo de Diego Prado.

















Domingos buscando el mar
Diego Prado
La Bolsa de Pipas, 2007