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18:30 h. - Empiezo a separarme de la pared encalada. Además un molesto hormigueo me impide cerciorarme de la totalidad de los espectadores. Doy a Margie un nombre acabado en “o”.
18:35 h. - Ni la fisura es tan grande ni el hombre de la camisa azul me odia tan profundamente. Margie me acaricia.
18:37 h. - Ya me he separado bastante de la pared encalada. Olvido ahora el lugar de mi nacimiento y momentáneamente río. Un hombre alto con los brazos caídos ríe también de mi travesura. Margie ha subido a la torre.
18:39 h. - El hombre alto de los brazos caídos juega con los hombros de Margie. Un aire general de fiesta acude al lugar de los acontecimientos. Formo con la cortina de la puerta un gracioso contorno. Se aplaude en el foro. La otra mujer del otro invitado se despide.
18:47 h. - Una distancia superior a la que yo hubiese deseado me separa de la pared encalada. Contemplo tranquilamente la fisura hasta que la necesidad ineludible de ser interrogado prefigura una violenta discusión. Uno de los comparsas es derribado de su montura y ya en el suelo su mirada se cruza con la mía. Hay un instante caótico. Debo repetir que fui ecuánime y un viejo militar arrastra a Margie hasta los espectadores.
18:55 h. - Pasó quizá una nube ante mis ojos pero algo que no puedo perdonarme impidió a mi acusador articular la frase decisiva. Estoy de nuevo afuera y añado a la anterior observación de la fisura una fugaz impresión de hastío. Tengo a Margie a mi lado con sus hermosos cabellos penetrando en mi boca. Alguien golpea suavemente la puerta. Entran Brad y su madre. La anciana no halla la facilidad de otras veces. Se disculpa y huye. Brad la deja.
18:59 h. - Brad me entrega el arma. Todos ríen.
19:00 h. - Tanto el hombre de la camisa azul como un grueso sector de público investigan en un libro anaranjado sus posibilidades de subsistencia. Creen equivocado un párrafo anodino que narra las secuencias finales de un drama. Incluso la turba intenta captar la tonada fluyente de un río que se describe en la última parte de la obra. La vieja arma da un agudo chasquido al apoyar mi dedo índice en su fláccido gatillo.
19:15 h. - Muere el hombre de la camisa azul y un grueso sector de público. Margie se inclina y besa a la mujer de Brad. Una confusión superpone las imágenes de la madre y de la esposa. Brad asegura a Margie que su madre ha sido realmente besada.
19:19 h. - Aparece el resto de los invitados que incluyen por esta vez a todos los miembros del juicio y al hombre de los brazos caídos. Este último saluda a Margie. Brad entrega personalmente tibios dones a toda la concurrencia. Hay un general bienestar. Brad hace salir al grupo por la puerta trasera.
19:30 h. - Margie conduce a Brad al pie de un inmenso árbol. Allí le confiesa su identidad. Me abstengo de abrazar a la mujer de Brad. Aparece un dolor difícilmente localizable. Enumero otros lugares. La mujer de Brad profiere por fin la acusación. Sin embargo es ya demasiado tarde.
19:44 h. - Una casa rojiza iluminada por un foco inseguro en su pedestal de caña. Un hombre sale y saluda. Define su posición ante el amplio horizonte de risotadas. Detiene primero a Brad y a su ambigua esposa. Vuelve luego sus ojos hacia el foco y el elevado calor funde su máscara. Es inevitable una parodia de huida a cargo de la madre de Brad. Además una lengua excesivamente carnosa recorre mi estómago convocándome a un rictus indebido. Oigo mi nombre acentuando la anciana la preclara “o” final. Realmente es una situación inútil. Intento explicar la relación completa de los hechos. Por fin aparece Margie.
19:58 h. - Retorno a la fisura en compañía de mi hermana Margie. Noto una brutal opresión en mi pecho.
20:01 h. - Se me agota el léxico y he de nombrar a mis descubridores con la palabra que poseo aún.
20:02 h. - Grito “Brad”.Francisco Ferrer Lerín, 2-3-65. (La hora oval, OCNOS-Editorial Llibres de Sinera, 1971).
Francisco Ferrer Lerín