Atracción por lo extraño

La oposición de lo real y de lo ideal —decía Stirner— es inconciliable y lo uno no puede nunca llegar a ser lo otro. Cualquier intento por conseguirlo no deja de ser una manipulación. Esa frontera entre la realidad y lo idealizado, entre lo vivido y lo esperado es explorada por Sara Mesa en su novela Cicatriz, publicada por Anagrama.
¿Puede haber una relación duradera e íntima entre dos personas sin apenas tener contacto físico? Esa posibilidad existe desde que se inventó la escritura, pero internet hace que sea algo sencillo y, de hecho, en la actualidad las relaciones de personas alejadas geográficamente, con mayor o menor grado de intimidad, es ya algo cotidiano. Sonia conoce a Knut de forma casual, cuando el hastío de un monótono trabajo de becaria en una biblioteca le empuja a buscar distracción en las redes y participar en un foro literario. Knut, con su personalidad excéntrica, individualista y marginal despierta la curiosidad de Sonia desde el principio y comienzan a escribirse mensajes a diario —ella breves e improvisados, él esmerados y extensos—. Así se inicia una relación en la que cada uno de los personajes teje una red entre realidades y falsedades para conseguir en cada momento lo que les interesa. Knut tiene un carácter extraño, es servicial, metódico, perfeccionista; se expresa educadamente, y es un ladrón de videojuegos y libros. Muchos hemos estado tentados de robar algún libro alguna vez en unos grandes almacenes, pero Knut lo hace con frecuencia profesional. Esa es su causa, su manera anárquica de luchar contra el sistema de mercado, su forma de dejar de ser él mismo una propiedad de la sociedad. Comienza a enviar libros a Sonia como pago por existir y Sonia —fascinada por el misterio que envuelve a Knut— no sabe rechazarlos y no puede evitar entrar en una espiral que va creciendo con el tiempo. Aunque ella cree tener el control, en realidad es presa de la manipulación de su obsesivo y neurótico amigo. Para mentir, advierte Miguel Catalán, se necesita imaginación, fantasía, planificación estratégica y una buena memoria. Quien engaña ha de pensar más que quien dice la verdad y requiere de un mayor esfuerzo intelectual y Knut, con su gran inteligencia, es especialista en construir un mundo de irrealidades.
Sonia escribe relatos y él los analiza. Leen y hablan de Proust, Flaubert, Tolstoi, Cheever, Nabokov, Joyce, Benet, o Kafka entre otros. Para Knut no hay un placer comparable a pensar y eso seduce a Sonia. Ella, tras un paréntesis en la relación con Knut ―en el que conoce a otro hombre y se casa―, comienza a vivir dos relaciones en paralelo, descubre la infidelidad sin sexo y se plantea el conflicto antagónico entre una poderosa atracción hacia su amigo a la vez que un profundo rechazo. Sonia es liviana, evita el conflicto, huye de él con el silencio y sucumbe al chantaje pero Knut, que conoce a la perfección la forma de pensar de Sonia, se crece en el reto. A pesar de llevar vidas muy distintas, ambas son igual de absurdas, la anormalidad de la existencia de Knut les rescata de la monótona cotidianidad, igual que hace la fantasía en medio de la realidad, hasta el punto de convertirse en el hombre más importante en la vida de Sonia.
Sara Mesa, como en El trepanador de cerebros o después en Cuatro por cuatro, sigue indagando en los perfiles psicológicos de las minorías que rompen las normas, de los excluidos del grupo, de personajes inadaptados que no encuentran su lugar en el mundo y del derecho que tienen a elegir ser diferentes. Eso entronca con parte de la filosofía del denostado Stirner cuando defiende la unicidad de un egoísmo radical y propone al individuo libre de cadenas sociales, que saca de la sociedad lo que ésta puede ofrecerle sin importarle el resto, que decide dejar de formar parte de una cultura egoísta para ser él mismo un egoísta —único propietario de sus decisiones— que sólo defiende su causa sin entrar en consideraciones de si es buena o mala, justa o injusta.
Cicatriz tiene una estructura original con un recorrido cronológico a saltos y una construcción donde se intercala la voz del narrador —focalizada en el personaje femenino— con los diálogos en correos electrónicos que intercambian los personajes y no faltan recursos que podrían ser más propios del cuento, como los silencios estratégicos o la elipsis. Todo esto hace que el texto sea ágil y cautivador, muy recomendable.









Sara Mesa
Cicatriz

Anagrama, 2015
Publicado en Cuadernos del Sur el 23 de mayo de 2015

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