Robert Walser, Discurso a un botón

Discurso a un botón
Un día en que estaba cosiendo el ojal de una camisa que había reventado con un fuerte estornudo, se me ocurrió de pronto, mientras trabajaba como una experta costurera, dirigir al botón, aquel muchachito fiel y modesto, las siguientes palabras de agradecimiento, murmuradas para mis adentros, aunque probablemente por eso tanto más sinceras.
“Querido botoncillo”, le dije, “¡cuánta gratitud y reconocimiento te debe aquel a quien vienes sirviendo hace ya varios –más de siete, creo-, con tanta fidelidad, celo y perseverancia, y a quien, pese a todo el olvido y falta de atención de los que se ha hecho culpable para contigo, nunca le has recordado que alguna vez debería elogiarte un poquito”.
“Esto es lo que va a ocurrir hoy, cuando por fin he logrado ver claramente lo que significas y cuánto vales, tú, que durante todo tu largo y paciente tiempo de servicios jamás te has situado en primer plano para sacar provecho de una bonita iluminación o buscar algún efecto lumínico bello, deslumbrante o en verdad llamativo, sino más bien, con una conmovedora y deliciosa modestia que, sin duda, jamás será suficientemente apreciada, te has mantenido en la más discreta de las discreciones, practicando tu querida y hermosa virtud en un estado de perfecta felicidad.
“¡Cómo me alegra ver que has dado muestras de tener esa fuerza basada en la probidad, la diligencia y la renuncia al elogio y al reconocimiento a los que aspira todo el que realiza algo!”
“Sonríes, mi estimado, y, según advierto, te ves ya por la desgracia bastante deteriorado y consumido.
“¡Querido! Deberían tomarte como ejemplo los que viven acosados por la manía del aplauso permanente y podrían derrumbarse y morir de pena, despecho y humillación si no se sintieran continuamente mimados, abanicados y acariciados por el efecto y la estima generales.
“Tú, en cambio, eres capaz de vivir sin que nadie se acuerde, ni lejanamente, de que existes.
“Tú eres feliz, pues la modestia se hace feliz a sí misma, y la fidelidad se siente a gusto consigo misma.
“El hecho de que no te des importancia alguna, de que sólo seas –o al menos lo parezcas- un ser dedicado a realizar una misión en la vida, de que te sientas enteramente consagrado a ese silencioso cumplimiento del deber que puede denominarse una rosa de exquisito perfume, cuya belleza es casi un enigma para ella misma, cuyo aroma perfuma sin la menor intención, porque es su destino…
“El hecho de que, como decía, seas lo que eres y como eres, me fascina, conmueve, emociona, impresiona y hace pensar que este mundo, tan pródigo en fenómenos desagradables, hay de vez en cuando cosas que te hacen feliz, alegran y serenan al que las ve”.
Robert Walser, Discurso a un botón (Vida de poeta)













Vida de poeta
Robert Walser
Traducción: Juan José del Solar
Editorial Siruela, 2010

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