Subte, de Rafael Pinedo

Sin ningún preámbulo, de forma abrupta, la narración arranca con una mujer embarazada llamada Proc que huye desesperadamente de unos lobos y se aferra con fuerza a la vida con la esperanza de poder traspasar su alma al bebé que nacerá. Rafael Pinedo nos muestra un mundo distópico, totalitario, formado por tribus cuyos miembros, despojados de nuestra ética, apenas muestran empatía hacia sus semejantes y que han alcanzado estados cercanos a la animalidad donde la supervivencia es el único valor verdadero. Si en el “Informe para una academia” de Kafka, era un mono el que mutaba en humano aquí la humanidad entera parece regresar a un estado de primitivismo animal, a un tiempo donde el único rastro de civilización es un laberíntico e inquietante túnel, quizás el de un metro, en cuya oscuridad absoluta la protagonista se adentra en su huida y sufre lo indecible. 
Durante el angustioso descenso por el hueco insondable de un ascensor, el narrador, a través de la voz interior de la protagonista, nos desvela algunas claves de ese mundo. Descender al abismo es la única forma de mantener la esperanza. Allí, en la absoluta negrura descubre a una tribu de ciegos en la que el destino vital de sus habitantes es siempre el sufrimiento cruel, inútil e irracional. Proc es más consciente que nunca de la necesidad de armonizar su individualidad, lo único en lo que puede confiar, con el mundo que le rodea y por eso crea lazos afectivos con Ish que, finalmente, le ayuda a escapar de aquel claustrofóbico clan. Pero Proc no siente apego más que por su vida y la de su bebé, sólo intenta sobrevivir para que su hija pueda crecer. Eso le da fuerzas para superar las situaciones más extremas. El cuerpo de Proc es un mero objeto y su alma resulta inaprensible. Para aceptar que su hija tenga alma, Proc debe negarse a sí misma lo poco que le queda de humanidad. Es en el túnel donde se produce la metamorfosis a través de la reflexión, como si la falta de luz iluminara al personaje ­—Proc da a luz sola y a oscuras en el interior de una de aquellas inhóspitas galerías—. Si el túnel para Ernesto Sábato representaba el regreso a la infancia aquí, para Rafael Pinedo, representa la involución del ser humano que le hace aflorar los instintos más elementales y le conduce a la irracionalidad. Pero en ambos casos el túnel representa el miedo y la angustia permanente, el túnel es la incomunicación, la soledad y la desesperanza del ser humano. 
Subte, es un intenso y original relato de menos de cien páginas que nos recuerda, con toda su crudeza, la animalidad inherente al ser humano. En esa situación extrema, destruida nuestra cultura, es fácil aceptar que el objetivo de la vida de la protagonista no es otro que el de sobrevivir para poder reproducirse, exactamente el mismo de cualquier especie del planeta desde el inicio de la vida.


















Subte
Rafael Pineda
Salto de página, 2012

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