La pulga de acero es un relato que se mueve entre lo fantástico y lo cotidiano, donde el centro de la narración es un artefacto imposible pero que le sirve a Nikolái Leskov de guía para adentrarse en las costumbres, las tradiciones y la idiosincrasia del pueblo ruso. Quizás Leskov no tenga la elegancia y sensibilidad de Chejov, quien le reconoció como su maestro, pero se equivocó Nabokov al considerarle un autor de segunda categoría.
Esta cuidada edición de Impedimenta forma parte de una colección cuyos textos no defraudan nunca y se abre con un brillantísimo prólogo de Care Santos que conviene leer con detenimiento porque resulta revelador para entender a este autor ruso que se adelanto a su tiempo en la forma de escribir y que fue incomprendido por muchos. Leskov utiliza aquí una prosa lúcida con la que dibuja de forma magistral el carácter de los personajes a través de la forma de hablar y de pensar. Es un texto cargado de humor y de ironía que refleja la realidad de un pueblo atrasado e inculto en el que trata a algunos personajes, los artesanos con los que se identifica, con cierta ternura.
El emperador Alejandro I visita Inglaterra acompañado de Platov, un cosaco del Don, con el objeto de conocer los prodigios de aquel país. Los ingleses para impresionar a los rusos le regalan un minúsculo autómata, una pulga de acero que sólo puede contemplarse utilizando un microscopio y cuyo movimiento danzarín se activa al darle cuerda con una llavecita. Los rusos quieren demostrar a los ingleses que sus artesanos son capaces de mejorar aquella maravilla y, de este modo, Platov conoce al genial artesano bizco de Tula.
Leskov además de conseguir como pocos fundir lo real y lo ficticio, es un inventor de palabras. Con la unión de dos vocablos crea palabras que resultan muy útiles para descripciones como son: dedos torpicortos, burocumentos, mar braviterráneo y alguna otra algo visionaria como el reloj tiembletidor, ahora que todos tenemos móviles vibrando en los bolsillos. Gran parte del éxito de que este libro nos resulte tan agradable se debe también, como apunta Care Santos en el prólogo, al excelente trabajo de traducción llevado a cabo por Sara Gutiérrez. Las ilustraciones de Javier Herrero que acompañan al texto hacen que su lectura sea aún más placentera.
Después de leer este cuento resulta extraño que Leskov haya pasado desapercibido en algunos pretendidos canones de la literatura. Nikolái Leskov, con esta sencilla obra, se adelanta a los cuentistas de mayor talento del siglo pasado y acerca, como pocos, dos tradiciones: la literatura inglesa fantástica y la literatura realista de la escuela rusa y en esto, el propio relato, con el intento de los rusos por mejorar el artefacto británico, resulta una metáfora de la quizás Chejov aprendió mucho.
La pulga de acero.
Nikolái Leskov.
Traducción: Sara Gutiérrez.
Prólogo: Care Santos.
Ilustraciones: Javier Herrero.
Impedimenta (2007).
Traducción: Sara Gutiérrez.
Prólogo: Care Santos.
Ilustraciones: Javier Herrero.
Impedimenta (2007).
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