Cortázar decía que un cuento realista es siempre más que su tema. Incluso admitiendo la importancia fundamental del tema, los buenos cuentos —aquellos que guardamos después en la memoria— esconden un sistema de fuerzas laterales o subterráneas más o menos explícitas que consiguen dar un significado completo a la narración. En los cuentos que recoge Guadalupe Royán en su libro Ven, siéntate aquí, publicado por Adeshoras, el tema principal es la soledad con la que se viven los afectos. Podemos intentar transmitir las emociones que sentimos hacia una persona que nos atrae, hacia nuestra pareja o hacia un hijo, pero en el fondo lo que sentimos sólo nos pertenece a nosotros. La autora profundiza en la psicología de los personajes a través de su conducta y de la forma de relacionarse con los demás. Hay un monólogo de algunos de los protagonistas que a veces contrasta con los diálogos que mantienen con los otros personajes: lo que dicen y hacen ver no siempre coincide con lo que realmente piensan. Así se presentan sentimientos escondidos que surgen ante el descubrimiento de la soledad —y la necesidad de llenar los espacios y los vacíos que van quedando— o el antagonismo entre lo que el cuerpo pide y lo que la razón elige. «Que lo resuelva mi cuerpo cuando nos veamos», dice un personaje al no saber cómo reaccionará cuando se reencuentre con un amigo al que no ve desde hace años. La infidelidad aparece en varios relatos bajo diferentes perspectivas que condicionan la elaboración de la mentira y las tramas que la ocultan, con personajes que muestran apego hacia la persona engañada: la de alguien que vive una relación de amor ante un matrimonio roto que se mantiene de forma ficticia con un sentido práctico por conveniencia de ambos; y la de alguien que protege su infidelidad a la vez que cree seguir amando también a su pareja. Se habla también de la trasformación que el tiempo causa en las relaciones, el paso de la felicidad al abandono, del tedio, de la ausencia de la pasión, del deseo que se escurre entre los años, de los abismos que el tiempo abre entre personas. Hay cuentos con personajes llenos de dudas, sospechas, obsesiones, desesperación, desilusiones ante el fracaso; relatos de antiguos amores que quedan en amistad aunque conservan la llama, de amores clandestinos, de amantes condenados a la expulsión. Algunos de los textos pueden ser leídos como fábulas y hay también espacio para historias implacables y conmovedoras como la de una madre ante una pérdida irrecuperable. En todos los cuentos Guadalupe Royán mantiene un pulso narrativo —sutil, lírico y melancólico— que nos arrastra hasta el desenlace. Nos invita a la reflexión sobre nuestras relaciones y se adentra en perfiles psicológicos llenos de contradicciones. Esta cuidada edición incluye ilustraciones de Raquel Catalina que acompañan de un modo sugerente a los cuentos.
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