Breve teoría de la asimilación literaria

«En el universo de Star Trek hay una civilización llamada Borg, entre lo orgánico y lo cibernético, cuya comprensión del cosmos crece por asimilación: toman los conocimientos científicos y tecnológicos útiles de otras culturas y los hacen suyos incorporando, además, a los prisioneros a sus filas. Funcionan como un macroorganismo —de modo análogo a algunos insectos sociales como las hormigas—, con un comportamiento global altamente eficiente. Los individuos están conectados y toman decisiones con una sola conciencia. Lo más interesante de los Borg es que su motor de acción, lo que les motiva, lo que les impulsa es la perfección, sumar conocimiento y no acumular riqueza o poder político; toman lo mejor de cada cultura y lo integran».

Quizás pueda parecer paradójico, pero he buscado siempre mi originalidad de escritor en la asimilación de otras voces. Las ideas o frases adquieren otro sentido al ser levemente retocadas o situadas en un contexto insólito[ii]. Siempre he sido consciente de que tomar algo en préstamo, es estar rindiendo homenajes, y en este caso rendir homenaje a un autor significa apropiarse de algo que es suyo[iii].
Pasar de leer a escribir, en la estela del deseo, no puede hacerse evidentemente sin la mediación de una práctica de imitación[iv]. Al fin y al cabo, la originalidad no es más que imitación juiciosa. Los escritores más originales toman prestado unos de los otros[v]. Lo canónico es la imitación de las demás obras y es obligado tanto para el artista como para el poeta. Puede decirse que el arte nace de otro arte, como la poesía nace de otra poesía, y esto siempre es cierto: incluso cuando uno cree que simplemente está haciendo hablar al corazón o que está imitando a la naturaleza, está de hecho imitando representaciones, aun sin darse cuenta de ello[vi]. Me gustan, por ejemplo, los pastiches de Proust porque ellos mismos son en realidad actos de amor y constituyen una imitación por deseo[vii]; igualmente, Borges es también un escritor que siempre retoma algo escrito. Al mismo tiempo, en la obra de otros puedes encontrar la inspiración necesaria para no repetirte a ti mismo[viii]. Pero, llegado a ese punto, me enfrento a un problema más general: al que podríamos llamar «robos en el arte». Y éste, en el fondo, es un tipo de robo algo peculiar que, paradójicamente, enriquece al ladrón y al robado. ¿No se enriquece Cézanne, si se me permite el atrevimiento, del robo cometido contra él —o, mejor dicho, a su favor— por Picasso?[ix].
Las citas, para mí, tienen un interés especial ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito[x]. Cuando escribo procuro ayudarme de un cuaderno donde anoto citas robadas de los libros. Me inspiro en ellas. A veces las uso y no menciono sus fuentes[xi]. Siento, por tanto, que he robado fragmentos de obras que, poco a poco, a lo largo de mis lecturas, he ido recogiendo[xii]. En esa ansia por absorber, o por enviar a mi archivo todo tipo de frases aisladas de su contexto, sigo el dictado de los que dicen que un artista lo absorbe todo y que no hay uno solo de ellos que no esté influenciado por algún otro, que no tome de algún otro lo que le pueda hacer falta[xiii]. Quizás, incluso, tendría que haber algo más veloz, algo que te hiciera asimilar los conceptos igual que engulle un portátil los archivos[xiv].
En este sentido, tengo que admitir que mi única originalidad consiste en pensar como propias citas ajenas. En eso reside, tal vez, la destreza de un escritor: en que el lector piense que ha sido él el primero en decirlas[xv]. El poder indeterminado de los libros —de las citas— es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, pueden tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores[xvi]. Al fin y al cabo, hay metáforas que son más reales que las personas que pasan por la calle. Hay imágenes en los rincones de los libros que viven más nítidamente que muchos hombres y mujeres. Hay frases literarias que tienen una personalidad absolutamente humana[xvii]. Por eso yo las asimilo, como los Borg.

Ricardo Reques, Breve teoría de la asimilación literaria.


https://en.wikipedia.org/wiki/Borg
«Soy un Borg y serás asimilado, resistirse es inútil».


NOTAS: Lo entrecomillado es lo propio, y no del todo. El resto es ajeno, pero no tanto.

Sin que sirva de precedente, aquí está el origen de esta breve asimilación:
[ii] «Quizás pueda parecer paradójico, pero he buscado siempre mi originalidad de escritor en la asimilación de otras voces. Las ideas o frases adquieren otro sentido al ser glosadas levemente retocadas, situadas en un contexto insólito». Enrique Vila-Matas.
[iii] «Yo siempre he sido consciente de tomar algo en préstamo, de estar rindiendo homenajes, y en este caso rendir homenaje a un autor significa apropiarse de algo que es suyo». Italo Calvino.
[iv] «Pasar de leer a escribir, en la estela del deseo, no puede hacerse evidentemente sin la mediación de una práctica de Imitación». Roland Barthes.
[v] «La originalidad no es más que imitación juiciosa. Los escritores más originales toman prestado unos de los otros». Voltaire.
[vi] Por lo tanto, lo canónico es la imitación de las demás obras y es obligado tanto para el artista como para el poeta. Puede decirse que el arte nace de otro arte, como la poesía nace de otra poesía, y esto siempre es cierto: incluso cuando uno cree que simplemente está haciendo hablar al corazón o que está imitando a la naturaleza, está de hecho imitando representaciones, aun sin darse cuenta de ello. Italo Calvino.
[vii] «Me gustan los pastiches de Proust porque ellos mismos son en realidad actos de amor y constituyen una imitación por deseo». Roland Barthes.
[viii] «Borges es el típico escritor que siempre retoma algo escrito. Al mismo tiempo, en la obra de otros puedes encontrar la inspiración necesaria para no repetirte a ti mismo». Italo Calvino.
[ix] «Y llegado a ese punto, comprendí que me enfrentaba a un problema más general: al que podríamos llamar «robos en el arte». Y éste, en el fondo, es un tipo de robo algo peculiar que, paradójicamente, enriquece al ladrón y al robado (¿no se enriquece Cézanne, si se me permite el atrevimiento, del robo cometido contra él —o, mejor dicho, a su favor— por Picasso?)». Tullio Pericoli.
[x] «Las citas tienen un interés especial ya que uno es incapaz de citar algo que no sean sus propias palabras, quienquiera que las haya escrito». Wallece Stevens.
[xi]«Procuro ayudarme de un cuaderno donde anoto citas robadas de los libros. Me inspiro en ellas. A veces las uso y no menciono sus fuentes». Elisa Rodríguez Court.
[xii] Siento que también he robado a Vogli quitándole las citas y fragmentos de obras que, poco a poco, a lo largo de sus lecturas, ha ido recogiendo». Ricardo Reques.
[xiii] «En esa ansia por absorber, o por enviar a mi archivo todo tipo de frases aisladas de su contexto, seguí el dictado de los que dicen que un artista lo absorbe todo y que no hay uno solo de ellos que no esté influenciado por algún otro, que no tome de algún otro lo que le pueda hacer falta». Enrique Vila-Matas.
[xiv] «Tendría que haber algo más veloz, algo que te hiciera asimilar los conceptos igual que engulle tu portátil los archivos». Ricardo Reques.
[xv] «Mi única originalidad consiste en pensar como propias citas ajenas. En eso reside la destreza de un escritor: en que el lector piense que ha sido él el primero en decirlas». Alex Chico.
[xvi] «El poder indeterminado de los libros es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, pueden tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores». George Steiner.
[xvii] «Hay metáforas que son más reales que las personas que pasan por la calle. Hay imágenes en los rincones de los libros que viven más nítidamente que muchos hombres y mujeres. Hay frases literarias que tienen una personalidad absolutamente humana». Fernando Pessoa.

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