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Manuel Moyano, Origen del mito

Origen del mito

Ejerciendo de médico en las tierras del Norte, fui reclamado cierta noche de tormenta para atender un parto. En aquel lugar dejado de la Providencia se han visto muchas cosas extrañas, y no me sorprendió que el recién nacido tuviera cabeza de becerro. Recomendé ahogarlo con un almohadón, pero a los padres les faltó valor. El varón creció y, mucho tiempo después, habiendo ya cumplido los quince años, vino a visitarme. Me llamaba “buen doctor”, pero había en sus palabras un velo de amarga ironía. Yo no podía apartar la vista de sus astas de toro. “He sabido por mis padres que usted les aconsejó matarme”, dijo. “Así es”, respondí con todo el aplomo de que fui capaz, pues temía que su propósito fuera vengarse por ello. “Debieron hacerle caso”, fue lo único que le oí mugir mientras abandonaba mi consulta. Luego supe que, antes de venir a verme, había corneado a sus progenitores hasta la muerte. También me dijeron que huyó al monte, y que allí construyó una casa de largas e intrincadas galerías para recluirse en su interior. Pero ésa es otra historia.
 Manuel Moyano, Origen del mito.

Manuel Moyano

Manuel Moyano, El abismo verde

Desde la primera página nos veremos sumergidos en la oscuridad húmeda de la selva amazónica. En la populosa Mapucho, un joven sacerdote ―lector apasionado de Jack London, Stevenson, H. Rider Haggard, Wells, Conan Doyle o Verne— descubre a una extraña criatura en un circo ambulante. Después de varios sucesos el destino le lleva a Agaré, una pequeña población de origen minero perdida en la jungla donde viven rudos y salvajes mestizos que trabajan en una plantación de eucaliptos para una industria maderera controlada por el alemán Gerhard Lavinger. Al llegar, le llama la atención que allí solo viven hombres ―a excepción de la mujer que acompaña a Lavinger— y, también, una inquietante frase del Levítico subrayada en la Biblia por su predecesor: «El que tenga comercio con la bestia será castigado con la muerte». Todas sus creencias religiosas se van derrumbando con el paso de los días, engullidas por la vitalidad de la jungla, igual que fueron tragados unos antiguos templos de los que solo quedan ruinas y que esconden la desnuda naturaleza del ser humano. En ese lugar se encuentran con unos extraños homínidos que, al igual que los morlocks de Wells o los tinieblos de Murakami, habitan el subsuelo y muestran una extraña convergencia evolutiva con otro grupo animal.
El abismo verde es un nuevo acierto editorial de Menoscuarto. Con esta novela Manuel Moyano revitaliza aquellas lecturas de aventuras que llenaron nuestra adolescencia y nos transportaron a lugares recónditos y llenos de misterio por todo el mundo. Desde el principio el lector se verá atrapado en una atmósfera inquietante, en un misterio que va creciendo a medida que avanza la narración —manteniendo una tensión continua y un suspense en cascada— y cuya resolución tiene lugar en las últimas páginas. Como en sus anteriores novelas, Manuel Moyano utiliza recursos narrativos más propios del relato clásico, un género en el que es un verdadero maestro. Así, a lo largo de la lectura se va desvelando una historia subyacente que tiene que ver con la psicología del protagonista, su cuestionamiento existencial, su crisis de fe, su planteamiento ético ante una naturaleza feroz y despiadada. Al igual que hicieran Rudyard Kipling o Jonathan Swift, en la trama se desarrolla un discurso contra el género humano, contra su barbarie. Por otro lado, en la narración no sobra nada, todo tiene una importancia para la resolución final, utiliza la elipsis narrativa y algunas tramas subordinadas a la principal del relato quedan abiertas —como si el narrador no acabara de comprenderlas— a la interpretación del lector. Hay, además, otros elementos narrativos que nos recuerdan a Kipling: determinados personajes, en sus dudas y contradicciones, muestran alguna actitud homofóbica con la que se intenta provocar conscientemente el rechazo del lector y, además, el protagonista reconoce su ignorancia ante algunos comportamientos y hechos que, al final, no es capaz de comprender.
Manuel Moyano, con una gran imaginación y destreza narrativa, nos hace volver a disfrutar de la lectura como cuando de jóvenes leíamos a Verne, a Joseph Conrad o a Kipling y recuperar aquel entusiasmo y esa sensación de necesidad por volver a retomar cuanto antes la lectura —cuando inevitablemente debe ser interrumpida— para poder seguir acompañando al protagonista, abriéndose paso entre lianas y barrizales en aquel abismo verde «cuya escala y leyes no son humanas», hasta el final de su aventura.













El abismo verde 

Manuel Moyano 

Menoscuarto ediciones (2017).
Publicado en Culturamas el 14 de mayo de 2017


El horror en la justicia

«Un juez puede ser más vil que el hombre al que ahorca». Esta sentencia de Chesterton es la reflexión sobre la que gira La agenda negra, la última novela de Manuel Moyano que publica Pez de Plata en una edición muy cuidada e ilustrada por Enrique Oria. En sus páginas, cargadas de ironía, nos sumerge en un entramado trepidante en el que, con gran maestría, vuelve a mostrarnos ―como en otras de sus anteriores obras― la falta de valores y algunos de los desajustes de nuestra sociedad actual.
En una cultura relativamente tolerante como la nuestra, hay métodos para conseguir que algunas propuestas excéntricas, poco sensatas y hasta radicales puedan ganar el afecto de sus miembros y entrar en lo que se conoce como la Ventana Overton, un espacio abstracto ocupado por las ideas que va aceptando la sociedad. Amparados por la aparente injusticia que se advierte en algunos sucesos, en los que tras el juicio los acusados son condenados a penas que se perciben como insuficientes o poco severas, se barajan nuevas posibilidades de justicia que, cambiando la perspectiva, al principio parecen inaceptables, luego son algo asumibles y acaban por ser vistas como necesarias.
La constatación de la muerte del Doctor Gilabert es el desencadenante de la historia narrada por el protagonista que se hace llamar Ulises y que, como el de Joyce, inicia un viaje con hazañas más psicológicas que heroicas. Tras la pérdida de su esposa, se siente huérfano, solo desea desaparecer, aislarse del mundo. Igual que hicieran Kerovac o Bukowski, se deja arrastrar por el alcohol. Bebe hasta olvidar, hasta perder la conciencia del tiempo. Pero la embriaguez y los laberintos del azar le empujan a iniciar un periplo por las aguas turbulentas de la sinrazón, el horror y el esperpento hasta hacerle cuestionar sus propias convicciones. A pesar del estado de depresión en el que se encuentra no pierde la curiosidad y es testigo de un accidente que será un nuevo punto de inflexión en su vida. «Ni siquiera un hombre en estado de profunda apatía puede resistirse al espectáculo de una catástrofe». El hallazgo de una agenda le conduce hasta una organización que trata de hacer justicia ─utilizando métodos propios, al margen de la ley, para llevar a cabo su particular venganza─ ante la impunidad de algunos crímenes o la absolución demasiado temprana de los condenados. Buscan una sociedad regida por estrictas normas de castigo, sin atenuantes ni perdón para los errores, una distopía con el código de una antigua ley babilónica 
Al igual que algunos de los personajes de Kafka, Ulises se ve envuelto en una trama de la que no puede salir y se pregunta si eso está ocurriendo de verdad. Se enfrenta a un dilema, a una angustia existencial, que podría recordar la desazón de algún personaje de Dostoievski, cuando los que le rodean tratan de convencerle de algo que choca frontalmente no solo contra su razón, sino también contra sus sentimientos. De alguna forma parece saber que solo si se pierde en el abismo podrá volver a encontrarse.
A lo largo de la novela son frecuentes las referencias a otros autores como algunos ya citados y otros como Voltaire, Alain o Dante. Con un ritmo ágil, con una prosa austera, eficaz y envolvente, con un suspense que persuade al lector hasta el final, el relato de Moyano es capaz de crear una atmósfera opresiva que angustia al lector y alternarlo con pasajes de humor e ironía que hacen de contrapunto y dan a la escena un matiz desconcertante, siniestro y macabro. 
La literatura ―según Vila-Matas― nos sirve para buscar la verdad a través de la fusión entre la vida y la ficción. Moyano invita, además, a la reflexión, nos muestra lo absurdo de la sociedad y lo hace, desde el escepticismo, de un modo inteligente.








La agenda negra
Manuel Moyano
Ilustraciones: Enrique Oria
Editorial: Pez de plata, 2015.

Curanderos y videntes

Guardo algunos libros de mi abuelo, publicados a principios del siglo XX, en los que el profesor H. Durville trataba de explicar de forma científica las técnicas de curación de dolencias físicas y morales mediante la aplicación de lo que llamaba física dinámica, basada en el magnetismo personal y el hipnotismo. Leyendo las historias que recoge Manuel Moyano en su Dietario Mágico descubro que muchas de esas técnicas siguen vigentes y las practican algunos curanderos que dicen estar poseídos de un don o una gracia especial. Moyano recorrió durante dos meses la Región de Murcia y se entrevistó con curanderos, zahoríes, videntes e iluminados. La forma que tienen de conocer sus capacidades bienhechoras es muy diversa. Un curandero no descubrió que lo era hasta pasados los setenta años y un zahorí se percató de su condición al notar un extraño malestar durante una siesta campestre. Otro, en cambio, desde los seis años tiene visiones de la Inmaculada Concepción. En la mayoría de los casos, parece que hay una predisposición genética, heredándose la gracia con el salto de una generación, por lo que son los abuelos los encargados de aleccionar a los nietos dotados de este don.
Moyano, nos presenta unas historias entrañables de personajes reales con un lenguaje directo, desenfadado, manteniendo cierta distancia en un equilibrio entre el respeto y la ironía.










Dietario Mágico
Manuel Moyano

La Fea Burguesía Ediciones, 2015.
Publicado en Cuadernos del Sur el 5 de diciembre de 2015

Luna pálida, Manuel Moyano

Luna pálida
Tras contemplar el delicado paisaje que se extiende más allá de su ventana, el emperador remoja el cálamo de su pluma en el tintero y escribe: "Bella flor de loto bajo la luna pálida". Mientras relee su propia composición, una sutil lágrima se desliza por su mejilla y cae sobre el fino papel de arroz. Lo seca cuidadosamente con la manga de su túnica. Poco después, comprueba que queda suficiente tinta en el cálamo y firma con elegante trazo la sentencia a muerte de quince campesinos que esta mañana osaron pedir una reducción de tributos a las puertas de palacio.
Manuel Moyano, Luna pálida (Teatro de ceniza).

Manuel Moyano

La enfermedad más deseada

A través del diario de Shigeru Igataki nos adentramos en una remota selva de Papúa-Nueva Guinea. En 1967, una expedición científica japonesa dirigida por el profesor Oshima va en busca de los hamulai para realizar un estudio antropológico de esta tribu melanésica casi desconocida, que ha permanecido prácticamente aislada desde hace cientos de años. Allí, Shigeru se enamora de Izumi Fukada, una atractiva estudiante de la Universidad de Osaka que va a ser el hilo conductor de toda la trama de la novela. Una simple espina clavada en la garganta de Shigeru al comer pescado motiva que unos días más tarde tome una decisión, en apariencia intrascendente, que cambiará para siempre su vida. Izumi enferma y tras varios días de padecimiento, una mujer nativa le dice que tome unas plantas con flores amarillas, conocida como eletu, con las que se recupera en pocas horas. Por una carta de un misionero católico que colabora en la expedición sabemos que Izumi, unos años más tarde, se ha casado con Shigeru, si bien sigue enferma y necesita periódicamente tomar eletu. Un informe de un detective, redactado veinte años después de la expedición, detalla los pormenores del abandono de Izumi ―que se mantiene insoportablemente hermosa― a su marido, al que desprecia por su falta de ambición, y su traslado de residencia con su médico y amante a Los Ángeles. Mediante el testimonio de una secretaria se nos revela el misterio que envuelve a la enfermedad de Izumi y de los hamulai, que poco tiene que ver con el puro interés antropológico que investigaba Oshima.
El Imperio de Yegorov, obra con la que Manuel Moyano ha logrado ser finalista del Premio Herralde de Novela 2014, sorprende por su original estructura. Se articula sobre una serie de documentos que va desmarañando toda la trama: diarios, cartas, informes policiales, interrogatorios, grabaciones, correos electrónicos, comentarios de blogs, testamentos, noticias e incluso el prospecto de un fármaco. Hay elementos característicos de la novela de aventura, policiaca y de ciencia ficción. En este juego literario audaz, que alcanza a la propia reseña biográfica del autor, hasta el índice onomástico y el título son reveladores. Casi medio centenar de personajes desfilan por esta novela en la que cada elemento es relevante, calibrado y medido, al igual que sucede en los mejores cuentos de Moyano, género que cultiva con enorme maestría. 
El relato termina en el año 2044 y se nos presenta un futuro no deseable cuando el secreto que durante tanto tiempo ha pertenecido en exclusiva a los hamulai ha logrado transformar para siempre el mundo. Se trata de una historia de ambición, de codicia, de amor y desamor, una búsqueda para detener el paso del tiempo en la belleza. Pueden encontrarse antecedentes en la Epopeya de Gilgamesh, en Oscar Wilde, en Virginia Woolf, en Borges, en Asimov o Saramago, entre otros, pero Moyano con nuevos recursos le da un giro posmoderno. En sus páginas, cargadas de ironía, hay una crítica mordaz y satírica de nuestra sociedad en la que la apariencia física está sobrevalorada y se elogia excesivamente la juventud. Una lectura deliciosa, cargada de sorpresas, que nos hace disfrutar como sólo lo consigue la buena literatura.







El imperio de Yegorov
Manuel Moyano

Editorial Anagrama, 2014

Sabor americano

Doce mil kilómetros recorridos durante treinta y dos días al volante de un Chevrolet plateado, desde el océano Pacífico hasta el Atlántico, a través del corazón del imperio americano. Ese es el viaje inolvidable que realizó Manuel Moyano junto a su familia pasando por veintidós estados y poniendo en evidencia las diferencias culturales que persisten entre la Europa mediterránea y Norteamérica. Parten de San Francisco y atraviesan paisajes de costa, el caluroso desierto de Mojave, praderas interminables, desfiladeros rojizos, bosques de coníferas, ríos caudalosos y grandes saltos de agua. Transitan por poblados, como Cody, que mantienen la esencia del Lejano Oeste, por parques temáticos o por inmensas ciudades surcadas por anchas avenidas y elevados edificios. Se detienen a contemplar el anochecer en el puente de Golden Gate, el amanecer en el Cañón del Colorado, los géiseres de Yellowstone, la elevación ígnea de Devils Tower, los prados inmensos que habitaban los indios Sioux, los bosques verdes de Massachusetts, los montes Apalaches o el espectáculo natural de las cataratas del Niágara. 
Moyano busca los horizontes que contemplaron grandes escritores y llega al bungaló en el que escribía Charles Bukowski, al rancho de Edgar Rice Burroughs, a las casas de Hemingway y de Mark Twain, a College Hill donde vivió Lovecraft, a los pueblos balleneros que inspiraron a Melville o al barrio de Brooklyn donde reside Paul Auster. Son numerosas las referencias a los grandes actores de Hollywood, a las películas que forman parte de nuestras vidas. Elvis Presley y Bob Dylan, entre otros, ponen música a este viaje de descubrimientos y tópicos destapados. El recorrido termina, cuando después de visitar Washington, atraviesan el río Hudson por el túnel Lincoln y se sumergen en el caos de Manhattan para rememorar un anterior viaje a Nueva York. Numerosas indicaciones con nombres de moteles, calles, librerías, tiendas y personas hacen que el relato resulte más cercano; un mapa, nos sirve de guía y varios dibujos así como una serie de fotografías nos ayudan a seguir este entrañable y familiar itinerario que nos recuerda a los inolvidables viajes de Gerald Durrell o de Jordi Esteva. Manuel Moyano nos hace revivir recuerdos de la infancia a través de las imágenes que nos llegaban del gran oeste americano, de la juventud, a través de la música y la lectura de grandes autores y nos deja una cierta nostalgia al constatar que el tiempo no respeta casi nada y que los intereses comerciales acaban por derrumbar los grandes mitos.















Travesía americana. De San Francisco a Nueva York por carretera.
Manuel Moyano 
Ilustraciones: Manuel Moyano
Editorial Nausícaá, 2012
Publicado en Cuadernos del Sur el 23 de febrero de 2013

Teatro de Ceniza, de Manuel Moyano

Teatro de ceniza es un libro de microrrelatos para leer despacio. Su lectura se disfruta cuando es demorada y minuciosa. Ya conocíamos la pericia narrativa de Manuel Moyano en obras tan presentes como El amigo de Kafka (Pre-Textos, 2001). En este libro, compuesto por cien cuentos, el autor, con un estilo limpio y depurado, nos muestra su respeto por la palabra, con esa economía verbal que pretende todo buen microcuentista, eligiendo sólo aquellos términos que dotan al texto de mayor sentido, donde incluso cada título cumple la función, a veces determinante, de orientarnos y ayudarnos a salvar un posible desconcierto o ambigüedad en la interpretación. Son microcuentos de mundos inventados, en lugares y con personajes ficticios, míticos o reales pero vistos siempre desde un punto de vista insólito o poco acostumbrado; coincidencias temporales, sucesos anodinos que el tiempo hace que se tornen en trascendentes y, al final, el remate inteligente y oportuno donde no faltan la ironía y el humor. Esas son algunas de las herramientas de las que se sirve Manuel Moyano para poner sobre la mesa ciertas evidencias y contradicciones de nuestra sociedad o, simplemente, para hacer un loable ejercicio de imaginación y originalidad. 
Es un libro de cuidada edición, con una sencilla y atractiva portada, cuya lectura nos produce un inmediato placer desde la primera de las historias. Kafka, Italo Calvino o Borges son algunos de los grandes maestros que evocan ciertos cuentos.













Teatro de ceniza 
Manuel Moyano
Prólogo: Luis Alberto de Cuenca
Menoscuarto Ediciones (2011)

El Imperio de Chu de Manuel Moyano

Ocaso de un Imperio
Swift inventó el país de Liliput, poblado por hombres diminutos, y Tomás Moro la isla de Utopía, cuya capital es Amauroto. Yo también me dedico a inventar lugarse imaginarios. Sin ir más lejos, ayer dibujé un círculo con guijarros en el patio y lo nombré Imperio de Chu. Chu es un país árido, sembrado de agujas de pino y habitado sólo por hormigas. Más allá de sus fronteras se extienden parterres con begonias y crisantemos, y también un sendero de grava que conduce hasta la verja de salida, esa verja que siempre permanece cerrada (al menos, para mí). Todos los imperios están condenados a desaparecer: esta mañana, el jardinero arrasó Chu al pasarle un rastrillo por encima. Como me encaré con él, las enfermeras decidieron inyectarme una nueva dosis de tranquilizante.
Manuel Moyano, Ocaso de un Imperio (El Imperio de Chu) 




El Imperio de Chu
Manuel Moyano
Ediciones Tres Fronteras (2008)