Prólogo del libro de relatos: Cuentos de la biblioteca viva

Quint Buchholz El embarcadero
El embarcadero: prólogo de un viaje

Una antigua máquina de escribir, unos folios y una cajetilla de tabaco reposan sobre un solitario embarcadero de madera. Unas gaviotas, apenas dibujadas, rompen la monotonía de un cielo sin nubes que se confunde con el mar tranquilo en el horizonte. Esa imagen en sepia que Quint Buchholz dibujó para «El libro de los libros» nos ha acompañado durante los meses que hemos dedicado a escribir cuentos.
El embarcadero es el lugar de partida, el sitio en el que empieza un nuevo viaje a la escritura cuya meta es incierta. Antes de partir, antes de aventurarnos, hemos­ practicado las artes de la navegación: conocemos la forma de atar cabos y de orientar las velas para ver favorecido nuestro avance. Somos capaces de esquivar tormentas y de paliar los momentos de calma. No hay secretos en el manejo de los instrumentos de navegación y sabemos leer el horizonte en las estrellas. Ya pode­mos partir, pero el viaje es siempre soli­tario y cada uno deberá enfrentarse a ese hermosísimo mar, infinito y proceloso, que puede ser la literatura. 
Durante cuatro meses he tenido la satisfacción de reunirme cada semana con los autores de los relatos que componen este volumen en la Biblioteca Viva de al-Andalus. Allí, en el taller que —inspirados por los cursos que impartió Roland Barthes— llamamos La preparación del relato, hemos intentado conocer los mecanismos internos del cuento, dominar ­algunas herramientas narrativas y frecuentar la obra de grandes autores para desvelar secretos de su manera de escri­bir. Pero, sobre todo, hemos intentado que cada tarde fuera inspiradora de un cuento, que cada participante regresase a su casa con la ilusión ­de crear algo nuevo para poderlo compartir, a la semana siguiente, con sus compañeros. Algunos de los cuentistas más importantes que hay en la actualidad se han formado en ­talleres literarios a los que han acudido durante años para aprender a manejar recursos, para perfeccionar su personal estilo y también para dar a conocer sus textos a unos compañeros que ejercen de cómplices y de críticos. Los talleres son muy habituales en muchos países de Sudamérica y Centroamérica como Argentina o México; también lo son en Estados Unidos y en varios países de Europa. Aquí en España, hasta hace pocos años, los cursos de escritura creativa apenas ­existían, pero en algo más de una década se han afianzado y hay algunos que ya gozan de un gran prestigio.
El contenido de nuestro taller tenía un esquema sencillo: en las diferentes sesiones trabajábamos primero aspectos técnicos de la escritura y, después, ­leíamos­ y comentábamos los cuentos que habían ­escrito los ­participantes. Así, poco a poco, de forma privada, han podido ir descubriendo algunas ­virtudes y algunos ­defectos en su forma de narrar. Creo que ­estos ­ejercicios han contribuido a dejar atrás el ­lastre de querer ­deslumbrar con su prosa para ir abriendo, poco a poco, el ­aba­nico de la imaginación y eso les ha permitido ­disfrutar más del ­proceso de escribir. Quizás de ese aprendizaje íntimo nazca una literatura más ­auténtica, más ­singular, con menos impostura.
En este libro se recogen veinticinco cuentos que nacieron en el cobijo de los muros de una biblioteca viva. Son once autores diversos en gustos, experiencias y vidas, pero unidos por la pasión de la literatura y la necesidad de escribir. Esa necesidad, seguramente, es el único motor posible en la literatura y, por tanto, lo que da sentido a lo que escriben. Sin una relación temática o un hilo conductor que una estos cuentos, el lector podrá disfrutar de la sorpresa en cada página por la diversidad de voces y estilos y por la gran imaginación que palpita en ellas. Aquí encontraremos cuentos como los de Ángel Luis Castellano Quesado escritos con la precisa maquinaria interna de los clásicos junto a otros, como los de Fernando Sánchez Mayo, en los que predomina la profundidad psicológica de los personajes. Hay historias que nos conmueven como las de Fernando García Lozano y Rafael Cámaras y cuentos arriesgados e innovadores como los de ­Victor Sánchez Flamil. Antonio Rodríguez Bolancé juega al desconcierto con unos relatos ocultos dentro de otros y el humor y la ensoñación se mezclan en los relatos enlazados de Juan Carlos Trapero Sánchez; ­Azahara Menor Rincón hace materia de las palabras y es la propia sintaxis la que toma el protagonismo. Claudio Cabello Rosa, con sus cuidadas metáforas, nos muestra situaciones opresivas; Ofelia Ara Rouse consigue atmósferas particulares con un texto limpio y directo y Gloria Álvarez de Prada nos invita a viajar a lugares lejanos con historias apasionantes. Todos los cuentos, por muy distintos que sean, consiguen atrapar nuestra atención, secuestran por unos minutos nuestra ­relación con el resto del mundo, nos cautivan e incluso nos transforman. 
Cuando Alfonso Cost me propuso impartir este taller reconozco que tuve mis dudas, pero me lo tomé como un reto personal. Hoy solo puedo ­agradecérselo. El taller La preparación del relato ha sido una experiencia enriquecedora: he tenido la oportunidad de cono­cer a personas brillantes y apasionadas por la ­literatura, he aprendido con ellas y hemos compartido momentos que formarán parte de nuestra memoria. 
La conclusión de un taller de escritura de relatos solo puede ser la misma obra: la colección de cuentos que, en su transcurso, ha podido inspirar. Este ­libro es para muchos de los autores el primer puerto de ese apasionante viaje a la escritura que han iniciado y no puedo evitar sentirme orgulloso de ver lo bien que navegan. Espero encontrarme a todos en futuros puertos.





Autores de los textos: Gloria Álvarez de Prada, Ofelia Ara Rouse, Claudio Cabello Rosa, Rafael Cámaras, Ángel Luis Castellano Quesada, Fernando García Lozano, Azahara Menor Rincón, Antonio Rodríguez Bolancé, Víctor Sánchez Flamil, Fernando Sánchez Mayo y Juan Carlos Trapero.
Ilustraciones: Gloria Álvarez de Prada, Isabel Carrión, Alfonso Cost y Dori Serrano.

Edición de Ricardo Reques y Alfonso Cost.
Ediciones Libro de Arena, 2017.

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