Se pregunta Bernard-Henri Lévy: «¿Cuáles son, en un texto concreto, las palabras que ya están muertas, las que están muriendo, las que viven todavía pero por cuánto tiempo, las palabras fantasmas, los espectros de palabras?». Los poetas tienen un compromiso con la palabra, buscan la palabra esencial que nace del alma creadora. Eso al menos es lo que piensa EMC, el protagonista de la novela El tiempo imaginario, de Francisco López Serrano, publicada por Adeshoras, con ilustraciones de Norberto Fuentes.
A medianoche el grito agónico de su anciano vecino despierta a EMC, un hecho que le inquieta y le hace dudar sobre cómo actuar ante la imposibilidad de saber si aquello es real o sólo producto de una pesadilla. A partir de ese momento vamos conociendo las contradicciones del personaje, sus aprehensiones, la sensación de vacío que le persigue y que trata de controlar con fármacos. También conocemos a Alma, a la que ama a tiempo parcial, y que, como el resto de sus aventuras amorosas, vive como si fuera una novela paranoica y tormentosa. Podemos escuchar las disertaciones que hace en la soledad de su rutina o ver cómo las escenas se suceden mientras corre por calles donde hasta los árboles le hablan. Al llegar a su casa se encuentra con unos policías que le interrogan y, entonces, aparece el horror cuando descubre un acontecimiento traumático que como tal, altera el presente y alcanzará mucho más adelante toda su dimensión. Un suceso en apariencia ajeno a él le desestabiliza y cambia radicalmente su percepción de la realidad. EMC, en su neurosis, comienza a deambular entre lo trascendental y lo onírico, entre la realidad que se presenta ante él con coordenadas precisas y la incursión en lo imposible, aquello que choca contra la razón. Así inicia un viaje delirante, casi místico, lleno de penurias y emociones hacia el conocimiento, para buscar, como poeta, la palabra que ha de demoler una realidad que ya no tolera. En la extraña misión que le encarga un singular personaje, tiene que pasar diferentes pruebas que le transformarán y le sumergirán en submundos alucinatorios y le harán reflexionar —en un viaje interior paralelo— sobre la guerra, la pornografía o la enfermedad. Todo este periplo sucede como un sueño demencial con el que intenta dar sentido al mundo.
Se trata de una novela arriesgada y rupturista. El recorrido introspectivo que Francisco López Serrano hace con el personaje nos recuerda a Kundera o a Handke, y es tan provocador y desmitificador como Houellebecq cuando promulga su absoluta libertad como creador. En esta novela está muy presente la obra poética del autor (con episodios relacionados con el poema Genealogía de la mugre, por ejemplo), así como el simbolismo de sus cuentos (con imágenes y figuras como la del amo o el rey del mundo). Con una visión irónica y con un estilo cargado de lirismo, el autor profundiza en temas como la sexualidad, la violencia o la identidad del ser humano. Su personaje protagonista, con cierto pesimismo, parece querer decirnos que el mundo es un lugar extraño y hasta poco habitable y que, sólo a través de la palabra, podemos alcanzar el necesario grado de realidad para amarlo, darle sentido y no caer en la locura.
El tiempo imaginario
Francisco López Serrano
Ilustraciones: Norberto Fuentes
Editorial Adeshoras, 2014
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