Las fronteras entre lo consciente y lo inconsciente, entre la realidad y la ficción, entre la narrativa y la poesía son exploradas y cruzadas de un lado a otro por Kenneth Goldsmith en Inquieto, un experimento literario visual y verbal. Todo sucede en doce horas, desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche. El narrador pretende ser notario de todos los movimientos que realiza desde que se despierta. Entre las 10 y las 11 de la mañana, tras incorporarse de la cama, describe los movimientos de su cuerpo, pero no su finalidad. Se intuye que se lava la cara por la actividad que realizan sus manos. No habla, sus labios articulan palabras acompañados de los cambios de lengua, dientes y músculos faciales. Entre las 11 y las 12 fuma, desayuna y en sus actos intervienen ahora objetos (silla, taza, servilleta). A partir de las 13:00 se masturba, fuma, el aseo ocupa un tiempo importante y luego bebe, bebe hasta emborracharse. A las 18:00 horas las frases se hacen aún más breves, quedando la mayor parte de las veces sólo en verbos; en ocasiones alude a acciones con onomatopeyas. A partir de las 19 horas hay un cambio y abandona la mecánica y fría objetividad. Aparecen adjetivos para describir estados de ánimo y sentimientos (mano triste, respiración fresca, buena chica,…), introduce eufemismos, insinuaciones, circunloquios para expresar deseo, para amar, para reír. A las 20:00 el texto se hace más narrativo, con escritura automática, extraña, etílica en ocasiones, mostrando más abiertamente lo que siente (los brazos quedan decepcionados). Una hora después el texto es continuo, una frase interminable, sin puntos ni comas, un texto fluido y a veces inconexo y absurdo. En los últimos capítulos utiliza distintas poéticas o diferentes estilos ante la imposibilidad de mantener con cordura su pretendida objetividad. Hay un capítulo más, una hora trece, que es la repetición exacta del primero ―salvo en la última oración―, aunque con las frases ordenadas de forma inversa, de modo que las acciones que antes eran las primeras ahora son las últimas. Pero, además, también invierte el orden de las letras de cada palabra. No se trata de una imagen especular que se pueda leer a través de su reflejo, sino de una transposición de cada letra en orden inverso («El pulgar» es «raglup lE»).
Con este trabajo, encargado por el Museo Whitney de Arte Americano, Goldsmith quiere hacer un homenaje a Joyce y a su obra Ulises. Por eso elige el 16 de junio de 1997, el Bloomsday, para realizar su experimento. Acompañado de una grabadora intenta describir todos los movimientos que realiza en un día relajado. Se trata de un proyecto inabarcable desde el principio por la ingente cantidad de acciones que el cuerpo realiza de forma voluntaria e involuntaria ―la mayoría imperceptibles― y, con mucha frecuencia, simultánea.
Es probable que Goldsmith al no utilizar la primera persona, pretenda un alejamiento otorgando así objetividad al texto, como si no tuviese relación directa con él o como si lo viese alguien desde fuera. Quizás tenga algo que ver su formación como escultor el detalle con el que es capaz de describir y detener leves movimientos, como si los congelara en el espacio y en el tiempo. En cualquier caso, con este juego literario, el autor logra que veamos con absoluta extrañeza lo más cotidiano, que reparemos en acciones sencillas que hacemos sin prestar atención y que se muestran complejas, que ralenticemos el tiempo, que hagamos consciente lo inconsciente, que percibamos lo imperceptible de nuestros actos. Se puede ver belleza en los movimientos descritos de forma mecánica, casi robótica, y, a la vez, producirnos un extraño desasosiego al revelarnos nuestra escabrosa naturaleza al desnudo.
Kenneth Goldsmith
Traducción: Carlos Bueno VeraPrólogo: Esteban Pujals
Epílogo: Marjorie Perioff
Ediciones La uña rota. 2014
The complete text of FIDGET (Kenneth Goldsmith):
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