Probablemente, el regalo más generoso que nos hacen nuestras madres es el lenguaje, algo que forma parte de la estructura de nuestra inteligencia y que nos pone en comunicación, no sólo con los demás, sino con nosotros mismos. Por eso podemos afirmar que las palabras nos dan la posibilidad de la libertad. Rescatar una lengua heredada de sus abuelos, pero también una cultura, es la tarea que acomete Myriam Moscona, con su voz particular, en su novela Tela de sevoya,. El ladino o judeoespañol es una lengua casi olvidada, sin patria, que conserva la musicalidad en sus arcaísmos y que, en la actualidad, apenas la hablan trescientas mil personas, en su mayor parte, de avanzada edad. La estructura de la novela destaca por su creativa multiplicidad. Pequeños textos se intercalan entre sí con epígrafes repetitivos abordados desde distintos géneros literarios. Distancia de foco alude a los recuerdos de la infancia y la adolescencia y es, por tanto, una biografía de la narradora. Pisapapeles son breves ensayos, textos de investigación periodística donde se analizan los orígenes del ladino y los momentos históricos clave como la expulsión de los judíos de España o el exterminio que perpetró el nazismo. También hay un Diario de viaje en el que la narradora anota su retorno a los Balcanes, sus periplos por otras geografías en busca de los últimos judíos que aún hablan ladino. Necesita escuchar sus inflexiones, registrar sus voces antes de que se pierdan para siempre. También hay espacio para los poemas, escritos en lengua serfardí, bajo el título de Kantikas, para las epístolas en La cuarta pared y para los cuentos en Molino de viento. En este collage, con retazos de historias propias y ajenas, se pone de relieve la importancia de los lazos de familia, el papel de abuelas y madres y su mundo femenino del hogar, que es el mundo del aprendizaje y de la protección. Ellas, en sus quehaceres cotidianos en torno a la cocina, en ese ambiente cercano a lo onírico, de olores amables y sabrosos, son las verdaderas contadoras de historias que ocupan la memoria, porque saben que «hay mundos más reales que el mundo de la vigilia». Rememorando la infancia la narradora recupera el pasado, ensambla las piezas de un puzle biográfico donde caben sonrisas olvidadas y momentos de luz, pero también las sombras, el dolor, el exilio y la muerte. Algunos retazos de rebeldía hacen aflorar sentimientos que enfrentan generaciones, fantasmas del pasado que surgen intentando defenderse de un mundo en constante cambio. A través de la palabra, decía José Antonio Marina, recibimos la información necesaria para aprender a ver la realidad y a ordenar nuestra experiencia y aprovechar la de los demás. Eso es precisamente lo que Myriam Moscona hace en esta novela, con la que ganó el Premio Xavier Villaurrutia 2012 y que ahora publica Acantilado.
Myriam Moscona
Acantilado, 2014
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