George Saunders, Palos

Palos
Cada año, la noche de Acción de Gracias, seguíamos todos a Padre en procesión mientras él iba arrastrando el traje de Santa hasta la carretera para después apuntalarlo sobre una especie de crucifijo que había construido con un poste de metal en el jardín. Durante la semana de la Super Bowl el poste se vestía con el casco de Rod y con un jersey, y Rod tenía que vérselas con Padre si quería descolgar el casco. El Cuatro de Julio el poste era el Tío Sam, en el Día de los Veteranos de Guerra, un soldado, en Halloween, un fantasma. El poste era la única concesión de Padre a la alegría. Se nos permitía coger un solo Plastidecor de la caja cada vez. En Nochebuena le gritó a Kimmie por desperdiciar una rodaja de manzana. Aleteaba por encima de nosotros mientras vertíamos el kétchup, y decía: «Ya está bien, ya está bien, ya está bien». Los cumpleaños se celebraban con magdalenas, no con helado. La primera vez que traje una chica a casa me dijo: «¿Qué tiene tu padre con ese palo?». Y yo me quedé allí sentado, parpadeando.
Nos fuimos de casa, nos casamos, tuvimos nuestros propios hijos, descubrimos que la simiente avara germinaba también en nosotros. Padre empezó a revestir el poste con más complejidad y con una lógica menos discernible. El Día de la Marmota lo cubrió con una especie de abrigo de piel y colocó un foco para garantizar que hiciera sombra. Cuando un terremoto azotó Chile, tendió el poste en el suelo y pintó una serie de fallas a su alrededor con aerosol. Murió Madre y vistió el poste como la Muerte y colgó del travesaño fotos de cuando Madre era un bebé. Pasábamos a visitarlo y descubríamos extraños fetiches de su juventud colocados alrededor de la base: medallas del ejército, entradas de teatro, viejos jerséis, tubos de maquillaje de Madre. Hubo un otoño que pintó el poste de amarillo chillón. Aquel invierno lo cubrió de hisopos de algodón para darle abrigo y le dio al poste retoños clavando por el patio seis estaquitas con sus correspondientes travesaños de palo. Tendió cordel entre el poste y los palos y fijó con cinta adhesiva cartas de perdón, reconocimientos de culpa, súplicas para ser comprendido, todo escrito con una letra desquiciada sobre tarjetas de cartulina. Escribió en un cartel la palabra «AMOR»y lo colgó del poste y pintó otro que decía «¿PERDÓN?», y luego murió en el pasillo con la radio puesta y vendimos la casa a una pareja de jóvenes que desclavaron el poste de un tirón y lo dejaron junto a la carretera para que lo recogiera el camión de la basura.
George Saunders, Palos (Diez de diciembre, 2013)












Diez de diciembre
George Saunders
Traducción: Ben Clark
Ediciones Alfabia, 2013





Sticks
Every year Thanksgiving night we flocked out behind Dad as he dragged the Santa suit to the road and draped it over a kind of crucifix he'd built out of metal pole in the yard. Super Bowl week the pole was dressed in a jersey and Rod's helmet and Rod had to clear it with Dad if he wanted to take the helmet off. On the Fourth of July the pole was Uncle Sam, on Veteran’s Day a soldier, on Halloween a ghost. The pole was Dad's only concession to glee. We were allowed a single Crayola from the box at a time. One Christmas Eve he shrieked at Kimmie for wasting an apple slice. He hovered over us as we poured ketchup saying: good enough good enough good enough. Birthday parties consisted of cupcakes, no ice cream. The first time I brought a date over she said: what's with your dad and that pole? and I sat there blinking.
We left home, married, had children of our own, found the seeds of meanness blooming also within us. Dad began dressing the pole with more complexity and less discernible logic. He draped some kind of fur over it on Groundhog Day and lugged out a floodlight to ensure a shadow. When an earthquake struck Chile he lay the pole on its side and spray painted a rift in the earth. Mom died and he dressed the pole as Death and hung from the crossbar photos of Mom as a baby. We'd stop by and find odd talismans from his youth arranged around the base: army medals, theater tickets, old sweatshirts, tubes of Mom's makeup. One autumn he painted the pole bright yellow. He covered it with cotton swabs that winter for warmth and provided offspring by hammering in six crossed sticks around the yard. He ran lengths of string between the pole and the sticks, and taped to the string letters of apology, admissions of error, pleas for understanding, all written in a frantic hand on index cards. He painted a sign saying LOVE and hung it from the pole and another that said FORGIVE? and then he died in the hall with the radio on and we sold the house to a young couple who yanked out the pole and the sticks and left them by the road on garbage day.
George Saunders, Sticks

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