“Todo en este cuarto huele a útero y a despedida”. Eso dice C. , un paciente que ha ingresado en la clínica Dante, de cuidados paliativos, para pasar los últimos días de su vida. Allí reflexiona introspectivamente y piensa que nada ha sido como lo imaginaba de niño y que su vida se podía resumir en unas pocas líneas. Pero siente que si cambia el presente quizás cambie también el pasado, que si escucha otras vidas, otros viajes, tal vez puedan pasar a formar parte de él. A C. le fascina imaginar a Marco Polo dictando sus viajes a Rustichello en la cárcel de Génova. Por eso lleva consigo mapas y cuadernos con apuntes de lugares muy diferentes, lugares que hubiese deseado visitar pero a los que, por distintos motivos, no ha podido llegar. Y por eso decide empezar a escribir los viajes que otros han vivido. Allí van pasando lentos los días y C. escucha, sobre todo escucha, los itinerarios que han significado puntos de inflexión en la vida de personajes entrañables como Bridoso cuando le ingresan en la sala de críticos de la que nadie regresa. Las horas son eternas dentro de la clínica; un reportaje en la televisión le puede traer recuerdos del momento en el que Jenny le confiesa algo que le produjo un profundo dolor o, por el contrario, la nostalgia de la curiosidad infantil cuando intrigado exploraba el cuerpo de los sapos. El dolor físico de la enfermedad, el deterioro de su cuerpo, se unen al dolor de los recuerdos, de sus errores y de las decisiones equivocadas. C. es un hombre observador y allí tiene tiempo para rememorar y para imaginar, para fundamentar sospechas sobre la desaparición de Andrade, uno de los médicos, y para revivir con nitidez momentos que podrían parecer triviales pero que marcaron su vida. El doctor Bessa empieza su narración cuando de joven se enroló en un barco y sus aventuras pueden recordarnos a las que escribía Joseph Conrad. C. es un hombre triste y reservado pero despierto y con un rescoldo de inútil esperanza. Incluso allí ingresado, donde todos saben que no hay retorno posible, llega a enamorarse de Clara, una paciente repleta de pecas y belleza, que le hace olvidar, por un instante, que su tiempo se acaba y con ella siente que, por una vez en la vida, podría ser Marco Polo en lugar de conformarse con ser, simplemente, Rustichello.
El libro de las maravillas de Fernando Clemot está escrito de modo impecable, con una prosa densa pero cuidada, moderna y bella, que trata con audacia un tema que a todos nos inquieta y nos invita a reflexionar sobre la memoria y la vida. Baratalia vuelva a acertar con la edición de este libro con un formato y una presentación que hacen aún más grata la lectura.
Fernando Clemot
Editorial: Barataria (2011)
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